Columna

'I don't understand'

Antes, era más fácil de entender. Antes, cuando el mismísimo Dios derramaba el poder sobre unas pocas cabezas coronadas, todo eran asuntos de familia, matrimonios entre primos, alianzas entre cuñados, guerras entre hermanos legítimos y bastardos. Entonces sí, pero ahora es como si alguien traficara con drogas y, al ser advertido de que su negocio es un delito, lo arreglara diciendo, no se preocupen, señores agentes, que voy a repartir mis fondos entre mis vecinos, coloco un cuarto de kilo en cada piso, y pelillos a la mar...

Si el problema es que la cárcel de Guantánamo es ilegal, sus r...

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Antes, era más fácil de entender. Antes, cuando el mismísimo Dios derramaba el poder sobre unas pocas cabezas coronadas, todo eran asuntos de familia, matrimonios entre primos, alianzas entre cuñados, guerras entre hermanos legítimos y bastardos. Entonces sí, pero ahora es como si alguien traficara con drogas y, al ser advertido de que su negocio es un delito, lo arreglara diciendo, no se preocupen, señores agentes, que voy a repartir mis fondos entre mis vecinos, coloco un cuarto de kilo en cada piso, y pelillos a la mar...

Si el problema es que la cárcel de Guantánamo es ilegal, sus reclusos deberían ser distribuidos en otras cárceles legales de Estados Unidos, que es el país donde, presuntamente, tienen causas pendientes. Si, como parece, el problema no es ni la existencia del recinto ni las condiciones en las que viven los internos, sino la ausencia de pruebas objetivas para privarlos de libertad, los presos de Guantánamo deberían ser, en primer lugar, indemnizados, y después, libres para vivir donde quieran, como cualquier persona inocente. Pero esto de repartirlos por el mundo, cuatro aquí, cuatro allí, hazme este favor, hombre, y en los gastos vamos a pachas...

¿Cómo se puede jugar así con el destino de la gente? ¿No existe una manera más digna, más discreta al menos, de eludir responsabilidades, que este cambalache entre amiguetes?

Esto pasa en un país, en un momento, donde las máximas autoridades judiciales obstaculizan la aplicación de la jurisdicción universal. O sea, que para perseguir torturadores y genocidas extranjeros, no -de los nuestros, ya, ni hablamos-; pero para prolongar el infortunio de cuatro desgraciados, víctimas de la paranoia criminal de Bush, sí. Para eso, las puertas de España podrían estar abiertas. Porque no son terroristas, dicen. ¡Ah!, y entonces... ¿Por qué están en Guantánamo?

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