Cartas al director

Un atentado, un muerto

Estaba desayunando en una cafetería de Bilbao, céntrica, llena de gente. TVE retransmitía imágenes de coches de bomberos, humo. El lehendakari condena el atentado que ha causado un muerto. Los únicos que mirábamos la televisión éramos mi padre, un chico joven y yo. El resto seguía con sus charlas, su café, nadie prestaba atención a las noticias.

De nuevo imágenes de bomberos, aparece el nombre de la persona muerta, no puedo evitar lanzar un insulto para los asesinos, no muy alto. Sólo me oye el camarero. A la hora de cobrarnos, éste, tarda más de lo normal. En otras circunstancia...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Estaba desayunando en una cafetería de Bilbao, céntrica, llena de gente. TVE retransmitía imágenes de coches de bomberos, humo. El lehendakari condena el atentado que ha causado un muerto. Los únicos que mirábamos la televisión éramos mi padre, un chico joven y yo. El resto seguía con sus charlas, su café, nadie prestaba atención a las noticias.

De nuevo imágenes de bomberos, aparece el nombre de la persona muerta, no puedo evitar lanzar un insulto para los asesinos, no muy alto. Sólo me oye el camarero. A la hora de cobrarnos, éste, tarda más de lo normal. En otras circunstancias, no le hubiera dado importancia; dado el momento, no puedo dejar de mirarle y pensar críticamente. No quiero ser así, pero aquí y ahora, me cuesta evitarlo.

Hace tiempo que gran parte de la sociedad vasca está enferma, social y moralmente. Lo anormal es cotidiano, no afecta. Las últimas elecciones propiciaron un cambio: se permite que el paciente sea tratado. Pero está grave, la cura será larga y la mejoría dependerá, en gran parte, de su predisposición a curarse.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En