Reportaje:El JEFE DE TODO ESTO | Alfonso Rodríguez, director del Hospital Veterinario

El oftalmólogo de los animales

El profesor está al cargo de una clínica que atiende 15.000 consultas anuales

Alfonso Rodríguez Álvaro, de 47 años, nacido en el madrileño barrio de la Prosperidad, pertenece a una generación de científicos que ha transformado la veterinaria en España a escala de estudios -ejerce de profesor de Patología Animal como experto en Oftalmología- y en la asistencia directa a los animales enfermos, gracias a aquella disciplina hoy felizmente especializada.

Rodríguez Álvaro dirige el Hospital Veterinario de la Universidad Complutense de Madrid, un complejo de 8.000 metros cuadrados de superficie, "que no tiene nada que envidiar a los mejores establecimientos europeos", e...

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Alfonso Rodríguez Álvaro, de 47 años, nacido en el madrileño barrio de la Prosperidad, pertenece a una generación de científicos que ha transformado la veterinaria en España a escala de estudios -ejerce de profesor de Patología Animal como experto en Oftalmología- y en la asistencia directa a los animales enfermos, gracias a aquella disciplina hoy felizmente especializada.

Rodríguez Álvaro dirige el Hospital Veterinario de la Universidad Complutense de Madrid, un complejo de 8.000 metros cuadrados de superficie, "que no tiene nada que envidiar a los mejores establecimientos europeos", explica. Este centro, con dos millones de euros de presupuesto, ha saltado a la primera fila de la actualidad a raíz de la asombrosa recuperación, tras ser intervenido quirúrgicamente, del caballo Patanegra, de cuatro años, herido gravísimamente en el abdomen en una corrida de rejoneo de la feria de San Isidro en la plaza de Las Ventas. "El caso de Patanegra ha sido muy difundido aunque aquí, al año, realizamos unas 500 intervenciones semejantes", explica, ufano aún por el eco hallado por la brillante operación del cirujano Ramón Herrán.

"Los propietarios de mascotas deben leer bien las recetas", dice el especialista
El caballo 'Patanegra', herido por un toro, será dado pronto de alta

El director del hospital se muestra feliz porque Patanegra va a ser dado de alta. En una visita a la cuadra donde convalece, alguien le dice: "Director, ha tirado al suelo de una coz un cubo de agua". Y Rodríguez responde: "Eso significa que está ya curado", replica sonriendo.

Alfonso Rodríguez rige un equipo de un centenar de personas, la mitad de ellos veterinarios y la otra mitad empleados laborales, que afronta anualmente las visitas de unos 15.000 animales en consultas generales y especializadas, que para el público cuestan en torno a los 20 y los 55 euros, respectivamente. "Nosotros no competimos con las clínicas privadas, que en Madrid son 500: nos limitamos a brindar una asistencia básica accesible", precisa.

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"El nuestro es un hospital universitario cuyo objetivo preferente es la enseñanza de los estudiantes de Veterinaria, que encuentran aquí las prácticas necesarias para consumar su formación", remarca. "Los universitarios derrochan entrega y pasión, actitud que perpetuarán a lo largo de su vida porque la motivación es fundamental al resultar muy difícil, sin esa tensión creadora, afrontar los retos que aquí se desafían", señala.

El organigrama del Hospital Veterinario complutense que dirige se parece mucho al de un hospital médico humano. Sus instalaciones abarcan desde consultas a quirófanos, salas de anestesia, rehabilitación, laboratorios de necropsias y biopsias o departamentos como Oncología. "Existen pautas neurológicas para medir con precisión el dolor de los animales; por ello, se trata de reducirlo y dotarles de calidad vital ahora que su esperanza de vida se ha prolongado en los caniches, por ejemplo, de 11 hasta 17 años", explica.

A la pregunta de si los veterinarios observan algún juramento similar al hipocrático de los médicos de seres humanos, Rodríguez Álvaro responde: "Tenemos un código deontológico". ¿Y cómo explica la perpetuación del fenómeno taurino? Respira hondo primero para responde después: "Es difícil de hacerlo entender... pero aquí hay gente que sí lo comprende. Tal vez haya razones plásticas o estéticas para explicarlo pero, desde luego, mi opinión muy personal es que no lo comprendo".

Tiene en casa un caniche llamado Óscar, de dos años, aunque desde que él era pequeño, su familia siempre tuvo varias mascotas. "Cuando estudiaba la carrera, mis perros se me acercaban para acompañarme y yo les hacía ejercicios musculares y de reflejos", recuerda con simpatía. Aún emplea diminutivos para referirse a los animales, a los que ama hondamente; pero sabe que con ellos no se trata de hacerse el bueno, sino de hacerles el bien. "Viven en casa, como un familiar más y como a tales se les quiere, pero necesitan saberse dentro de una tribu y seguir a un referente Alfa al que obedecer. Educarlos es la mejor manera de quererlos y de cuidarlos", sentencia. "Una persona amiga me dijo hace días que en definitiva, quienes permanecen a nuestro lado cuando los hijos vuelan son, precisamente, las mascotas de compañía", comenta mientras sonríe. "Lo cierto es que cuando llegas a casa quien más salta es tu perro", añade. Padre de dos hijos y amante de la montaña, se conmueve cuando en sus caminatas descubre a un perro atado a un árbol hasta morir. "Es tremendo pero todavía subsisten prácticas que se creía ya erradicadas".

"Me gustaría aconsejar a quienes tienen mascotas que se informen bien en las consultas de las recomendaciones y recetas que reciben". Él lo dice porque no resulta infrecuente que un dueño nervioso aplique un fármaco como Betadine por vía oral a un perro con una herida en una pierna. Hay algunos propietarios que, tras leer que deben administrar a su gato un colirio en el ojo derecho, se lo aplican en el situado, de frente a ellos, a su derecha, es decir, en el ojo izquierdo del minino. "Si una mascota tiene un problema, por favor, consulten a un profesional".

Alfonso Rodríguez Álvaro atiende a un perro en un quirófano del hospital de la Universidad Complutense.ÁLVARO GARCÍA.

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