AL CIERRE

Kung Fu

Conocí a David Carradine en Laredo, Texas. Al otro lado del Río Grande estaba Nuevo Laredo, en México. La mitad de la ciudad era un gran prostíbulo y el resto estaba ocupado por comercios de chucherías y calzado (botas de montar) para los gringos que pasaban a hacer sus compras.

Carradine estaba rodando una película de José Luis Borau, Río abajo. Hacía el papel de un policía corrupto que mandaba sobre las vidas de los espaldas mojadas y, en ese caso, sobre la de una jovencísima Victoria Abril, que hacía el papel de una prostituta de la que un joven agente de la ...

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Conocí a David Carradine en Laredo, Texas. Al otro lado del Río Grande estaba Nuevo Laredo, en México. La mitad de la ciudad era un gran prostíbulo y el resto estaba ocupado por comercios de chucherías y calzado (botas de montar) para los gringos que pasaban a hacer sus compras.

Carradine estaba rodando una película de José Luis Borau, Río abajo. Hacía el papel de un policía corrupto que mandaba sobre las vidas de los espaldas mojadas y, en ese caso, sobre la de una jovencísima Victoria Abril, que hacía el papel de una prostituta de la que un joven agente de la migra (policía), rubio e inocente, se enamoraba perdidamente.

Esto sucedía a principios de la década de 1980. La emigración del sur al norte ya era muy considerable; luego lo fue mucho más.

Borau había contratado a un ex agente de la migra -¿o era un policía local?- como asesor. Un tipo muy peculiar que conocía a todo el mundo y sabía lo que pasaba a una y otra orilla del río. También era cazador y amante de las armas. En la película había una escena en la que aparecían serpientes de cascabel que Carradine se dedicaba a despanzurrar a tiros.

El asesor se encargaba de proporcionar las serpientes e incluso nos dio a probar la carne de este reptil -bastante sabrosa, de una textura parecida a la del pollo cuando se deja marinar un buen tiempo en miel y vinagre; si no se hace así, es lo más parecido a un trozo de neumático- y también de oso: terrible, muy grasienta y de un olor agrio.

Carradine era ya entonces un tipo extraño, muy lejos del "pequeño saltamontes" que habíamos conocido en la serie Kung Fu. No se trataba con los españoles del equipo de rodaje. Por las noches escapaba a Nuevo Laredo. Empezaba a parecerse a su padre, John Carradine, que fue uno de los actores favoritos de John Ford, para quien hacía papeles de malcarado y perverso.

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