Entrevista:EL JEFE DE TODO ESTO | Carlos Ramos, jardinero mayor del Campo del Moro

"Mejor consultar que mandar"

El encargado del jardín que está a los pies del Palacio Real y su equipo cuidan de 6.170 árboles y arbustos de 185 especies distintas

Carlos Ramos Rodríguez tiene a su cargo uno de los jardines más importantes de Madrid: el Campo del Moro. Es así llamado por la leyenda que atribuye a un emir musulmán el haber acampado en su recinto para asaltar desde él la ciudad. Este tupido bosque urbano de 20 hectáreas de extensión arropa el palacio Real por su fachada a Poniente. Fue mandado abrir al público por el rey Juan Carlos en el comienzo de su reinado.

Con 3.900 metros de praderas y 6.170 árboles y arbustos de hasta 185 especies diferentes -con tres líneas de metro en el subsuelo-, el Campo del Moro realza la imponente sil...

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Carlos Ramos Rodríguez tiene a su cargo uno de los jardines más importantes de Madrid: el Campo del Moro. Es así llamado por la leyenda que atribuye a un emir musulmán el haber acampado en su recinto para asaltar desde él la ciudad. Este tupido bosque urbano de 20 hectáreas de extensión arropa el palacio Real por su fachada a Poniente. Fue mandado abrir al público por el rey Juan Carlos en el comienzo de su reinado.

Con 3.900 metros de praderas y 6.170 árboles y arbustos de hasta 185 especies diferentes -con tres líneas de metro en el subsuelo-, el Campo del Moro realza la imponente silueta del grandioso edificio testigo de la historia de Madrid y de España. Su porte majestuoso dibuja solemne y altiva la línea del paisaje de la ciudad hacia el Oeste. A sus pies prosiguen las obras para construir el Museo de Colecciones Reales, hoy enorme dentellada de hormigón armado.

"El reto es preservar el entorno sin modificar su diseño histórico"
Tres líneas de metro discurren por el subsuelo de la alfombra verde
Muchas parejas eligen el paraje para fotografiarse el día de su boda
Hay paseantes que afean la conducta a quienes dañan la pradera
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La magnificencia del jardín pareciera haber trocado el ánimo de Carlos Ramos, de 57 años, jardinero mayor de esta esmeralda vegetal que alberga el paisaje más bello de toda la ciudad: al menos para miles de novios. Lo eligen para posar ante una cámara e inmortalizar así el día en que cometieron matrimonio sobre una alfombra de césped encendido de hasta 280 metros de longitud, que culmina en los muros grises del palacio. "Hay visitantes del jardín que muestran un celo admirable por hacer respetar las plantas y arbustos cuando alguien los daña o amenaza", explica Ramos. Él viaja a diario desde San Lorenzo de El Escorial, donde nació, para llegar a su jardín. Aquí lleva trabajando desde los 22 años.

Según dicen sus compañeros, no es infrecuente verle ensimismado en la contemplación de los colores que el cielo de Madrid derrama cada día sobre las praderas y las copas de los árboles bajo su custodia. Entre éstos, un Pinus alepensis que alcanza un porte de 35 metros de altura; un Coleuteria paniculata o árbol de los farolillos; un Quercus robur, el típico carballo galaico; un Cafeto de Kentucky o bien el Cornus cherokee, todos ellos catalogados y protegidos, que figuran entre sus ejemplares preferidos. "Contemplar el curso de la luz sobre la vegetación del Campo del Moro es algo muy parecido al romper de las olas del mar contra las rocas", explica Ramos. "Para mí, bajo la luz es más rico aún que el movimiento del mar".

Ramos tiene a su cargo un equipo de 20 personas. "Los jardineros suelen ser gentes tranquilas con un especial grado de paz interior". El jardinero despliega todas las actividades para mantener lozano un espacio de la entidad del Campo del Moro, que a su vegetación añade una avifauna que incluye ocho parejas de pavos reales -"un ave que casi siempre estuvo presente en este recinto, y que fue reintroducida 12 años atrás"- explica; faisanes de Aranjuez; entre 60 y 80 parejas de ánades reales, más verderillos, pitorreales, pájaros carpinteros, mosquiteros, petirrojos y pardillos en elevado número, entre otras muchas especies. Junto a uno de los numerosos estanques del Campo anida un martín pescador. "Hay también un par de grullas que decidieron no seguir emigrando y quedarse con nosotros", destaca Ramos. Y admite que la cotorra argentina, que ha colonizado la cercana Casa de Campo y desplazado a las torcaces, amenaza con hacer otro tanto con la avifauna del Campo del Moro.

¿Qué desafíos implica dirigir la actividad jardinera en este enclave? "El principal reto aquí es que no puedes modificar nada del diseño histórico del jardín". ¿Cómo conseguir entonces conservar su belleza? "Dándole su forma natural e interviniendo mediante un cuidado esmerado y respetuoso". Ramos supervisa asimismo las tareas de una escuela taller cuyos alumnos, entre 30 y 40 cada año, hacen allí prácticas.

Su secreto para regir un colectivo tan amplio es, al parecer, sencillo: "Se trata de no mandar nunca, sino de consultar todo cuanto se va a hacer, porque la gente de aquí ya sabe qué hacer". Pero eso de no mandar es algo que se aprende, ¿no? "Yo he estado siete años aprendiéndolo, pero llevo ya ocho con la lección sabida", sonríe.

Carlos Ramos participa de una cultura profesional acuñada durante lustros en Patrimonio Nacional, organismo estatal que administra el palacio Real y los cinturones vegetales de los reales sitios, desde el Monte de El Pardo hasta Aranjuez o San Lorenzo de El Escorial, además de La Granja y Riofrío. La cultura de la que Ramos es exponente implica un intangible que no figura en los contratos escritos y que se basa en el afecto profundo hacia lo que cada día se emprende, en su caso la rectoría de un jardín único en Madrid.

Carlos Ramos, en la pradera del Campo del Moro.CRISTÓBAL MANUEL

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