Cartas al director

Una larga enfermedad

Agradezco a mi querida amiga Rosa Montero su columna del 19 de mayo en la que describe, de una manera muy certera, los prejuicios que nos invaden al intentar nombrar al cáncer. Cuando en enero de 2008 contraje una leucemia, yo también me encontré con el dilema de lo innombrable. En primer lugar me pregunté, ¿por qué yo?, y me contesté de inmediato, ¿y por qué no yo? A partir de ese momento, decidí nombrar la enfermedad, y plantarle cara, hacer todo lo que estuviera de mi mano para que la labor de los médicos llegara a buen fin, como así fue. Perdí mi pelo, casi lo que más me afectó, pero segu...

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Agradezco a mi querida amiga Rosa Montero su columna del 19 de mayo en la que describe, de una manera muy certera, los prejuicios que nos invaden al intentar nombrar al cáncer. Cuando en enero de 2008 contraje una leucemia, yo también me encontré con el dilema de lo innombrable. En primer lugar me pregunté, ¿por qué yo?, y me contesté de inmediato, ¿y por qué no yo? A partir de ese momento, decidí nombrar la enfermedad, y plantarle cara, hacer todo lo que estuviera de mi mano para que la labor de los médicos llegara a buen fin, como así fue. Perdí mi pelo, casi lo que más me afectó, pero seguí luchando. Afortunadamente, lo superé y hoy me paseo con mi pelo cano por los medios de comunicación y por la vida, hablo del cáncer, de la lucha, de la esperanza y de la superación, rompo tabúes y recibo agradecimientos y comprensión y todo esto hace que la vida sea más digna de vivirse.

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