Crónica:LA CRÓNICA

Y ahora, cuando cuente hasta tres...

El otro día estaba cambiando canales cuando me topé con el programa de TV-3 La hora Q, presentado por Helena García Melero, en el que un señor rapado al cero y con los brazos profusamente tatuados lloraba sangre. Supongo que ya lo habrán visto en You Tube; pero, por si quieren repetir, sepan que no se trataba de ninguna aparición mística, sino de Luis Pardo, un conocido mentalista que llena cada noche el Club Capitol de La Rambla con su espectáculo Kasual-Mente.

Cuando le vi en la pantalla como en un estado de duermevela, recordé mi pasada promesa de contarles algo de Onof...

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El otro día estaba cambiando canales cuando me topé con el programa de TV-3 La hora Q, presentado por Helena García Melero, en el que un señor rapado al cero y con los brazos profusamente tatuados lloraba sangre. Supongo que ya lo habrán visto en You Tube; pero, por si quieren repetir, sepan que no se trataba de ninguna aparición mística, sino de Luis Pardo, un conocido mentalista que llena cada noche el Club Capitol de La Rambla con su espectáculo Kasual-Mente.

Cuando le vi en la pantalla como en un estado de duermevela, recordé mi pasada promesa de contarles algo de Onofroff, un hombre que se presentaba como el "campeón mundial de fuerza psicofisiológica" y cuya biografía es pura nebulosa. Le creían ruso de origen polaco y él afirmaba ser italiano, hijo de un guardia suizo del Vaticano. Aunque las malas lenguas le señalaban como barcelonés y de nombre Onofre.

Cagliostro, Fassman, Pardo, Onofroff... Los poderes mentales han subyugado a muchos barceloneses

Parece ser que estudió medicina, pero el escenario pudo más y pronto consiguió fama en los teatros de media Europa. Se presentaba como un experto en hipnotismo, capaz de domesticar fieras y toros salvajes de un vistazo. Decía haber puesto en trance a una gran dama, a la que fue imposible despertar hasta 20 años después. Y se jactaba de adivinar el pensamiento, lo que al parecer llamó la atención del propio Oscar Wilde.

En 1891 triunfa en el Romea y en el Folies Bergères de la calle de Escudellers. Su principal especialidad es hacer creer a la gente que están en la selva africana, produciéndose sonados descamisamientos y algún que otro accidente, como cuando en Bilbao, en 1915, hipnotiza a un mocetón y le ordena que se ponga a saltar, con tan mala pata que éste cae al patio de butacas, lo que provoca la ira del público.

En Madrid, el obispado y la Sociedad de Padres de Familia piden al Gobierno que le prohíba actuar y se va a Barcelona, donde sus amigos de farra componen un cuadro inolvidable. Entre ellos destacan el domador de fieras Mr. Keller, el ex dictador de México general Huerta y el millonario Ratzner, que lo pagaba todo en oro. Se le ve por La Rambla con su porte aristocrático, su frac y su famosa mirada fascinadora, oliendo a tabaco turco y a colonia cara. En 1920 seduce a un joven Salvador Dalí, que le ve actuar en Figueres. Y seis años más tarde da una sesión especial "para señoras y señoritas" en Eldorado, junto a la trouppe de liliputienses de Andrei Ratoucheff.

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Onofroff ya es un personaje legendario cuando, en 1932 y de nuevo en el Romea, reta a cualquiera que acierte la fecha de su nacimiento, ofreciendo 1.000 pesetas como premio. Hasta que en 1934, tras 50 años de profesión, se jubila y monta una academia de hipnotismo por correspondencia en el número 24 de la calle de Balmes. Pero estalla la Guerra Civil. A Onofroff le pilla de promoción de su libro Para no envejecer, donde premonitoriamente explica un método para vivir eternamente. Y al siguiente año, entre tiros y bombas, publica Cómo se sugestiona, libro con el que el Estado Mayor republicano hubiera podido magnetizar a Franco y convencerle de que era un perro San Bernardo. Pasada la histórica oportunidad, el personaje, si es que fue uno solo, cuenta hasta tres y desaparece.

Visto y no visto. Esto del mentalismo es un poco como la telepatía, que no se ponen de acuerdo de si es o no es, o todo lo contrario. Truco o ciencia, susto o muerte. No obstante, de Cagliostro a Fassman, del profesor Alba a Onofroff y de Luis Pardo a Vicente Cortés, los poderes mentales han subyugado generación tras generación de barceloneses. ¿Se trata de un fenómeno psíquico o de un truco? Eso es como preguntarle a un poeta por las musas: ante la duda, pongan que existen y vayan al Capitol.

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