Otro juicio por una mujer ausente

La fiscalía pide 32 años para un hombre que mató a cuchilladas a su ex pareja - Un hermano de la víctima trata de agredir al acusado en la vista

Casi cuatro años ha tardado la familia de Esther del Sol Justo en encontrarse cara a cara con el asesino de la que era su hija, su hermana, su prima, su sobrina... Todos juntos, sentados en la primera fila, escucharon ayer en la Audiencia Provincial de Madrid a Antonio Castillo González declararse inocente del asesinato a cuchilladas de la mujer, que tenía entonces 25 años. Y todos juntos, como una piña, agarraron a Santiago, hermano de Esther, para evitar que cosiera a palos al acusado.

Fue cuando el juez levantó la sesión unos minutos. "Pueden salir y estirar las piernas", dijo. "¿Me ...

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Casi cuatro años ha tardado la familia de Esther del Sol Justo en encontrarse cara a cara con el asesino de la que era su hija, su hermana, su prima, su sobrina... Todos juntos, sentados en la primera fila, escucharon ayer en la Audiencia Provincial de Madrid a Antonio Castillo González declararse inocente del asesinato a cuchilladas de la mujer, que tenía entonces 25 años. Y todos juntos, como una piña, agarraron a Santiago, hermano de Esther, para evitar que cosiera a palos al acusado.

Fue cuando el juez levantó la sesión unos minutos. "Pueden salir y estirar las piernas", dijo. "¿Me puedo dirigir al público?", preguntó el acusado. "¿Al público?", inquirió el juez. "Para pedir perdón o algo", dijo Antonio Castillo. "¡Asesino!", le respondió la madre de Esther. Al mismo tiempo, el hermano de la víctima trató de abalanzarse sobre Antonio. Su familia le detuvo, abrazándole. Los agentes se interpusieron entre el asesino y Santiago. "Le entiendo, pero tiene que contenerse", le dijo luego el juez al hombre. "Me llevo años conteniendo", contestó el hermano de Esther, frotándose los ojos. Y como si se prendiera de nuevo la mecha, saltó la madre de Esther: "¡Usted no sabe por lo que hemos pasado! ¡Nos ha matado a una joya!". Todos abandonaron la sala unos minutos. Faltaba el aire.

"Le entiendo, pero tiene que contenerse", dijo el juez al familiar
"¡Nos ha matado a una joya!", lamentó la madre ante el magistrado

La relación de la mujer con su pareja era aparentemente normal. Tanto que cuando Esther le contó a su prima que había roto con Antonio, ésta le reprendió: "Me dijo: 'Mira Celia, yo no quiero acabar como la abuela'. La abuela había sufrido malos tratos. Y la regañé, la regañé bastante y le dije que no podía comparar", contó su prima ayer en el juicio. "Tú no conoces a Antonio cuando estamos solos", dijo que le contestó ella. Era abril de 2005. La pareja había iniciado el trámite de separación. No estaban casados, pero poseían un local a medias, donde tenían una peluquería y donde también vivían.

Antonio mató a Esther dos meses después, el 27 de julio de 2005. Lo hizo en ese local, que ya sólo funcionaba como peluquería, una tarde de miércoles. El hombre llegó sobre las cuatro y media de la tarde. Pasó allí tres horas, mientras ella atendía a los clientes. Cuando todos se fueron, a las siete y media, la acuchilló en el cuello, en el abdomen, en el tórax y en los brazos. Ella murió desangrada. Luego el acusado incendió supuestamente el local, con ambos dentro. Esther tenía 25 años; él, 23.

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Por este crimen, que juzga la sección 27 de la Audiencia Provincial de Madrid, el ministerio fiscal pide 32 años de prisión. La acusación particular sube la pena a 40. La defensa pide la libre absolución porque el hombre actuó en "legítima defensa" y por "miedo inevitable".

"Yo no quería hacerlo, me tuve que defender por instinto", dijo ayer el acusado, de origen dominicano, ante el juez. "Soy inocente", aseguró. Su familia le escuchaba desde la tercera fila, dos más atrás que los allegados de Esther. No se miraron entre ellos.

Según Antonio Castillo, la tarde del 27 de julio, al salir de su puesto de trabajo como lijador en Aranjuez, se acercó a Ciempozuelos porque le venía de camino. Quería coger cosas. Primero dijo que ropa, luego aseguró que bebida y comida; finalmente se refirió a una supuesta televisión que le "recordaba a su infancia" y quería que Esther se la diera "por las buenas". El hombre tenía llaves del local y ya había estado en otras ocasiones, según declararon los familiares y una clienta de la víctima.

Una vez allí, según la versión del acusado, Esther y él empezaron a discutir. "De repente sentí un pinchazo en el cuello. Fueron milésimas de segundo. Si no me la quito de encima, me mata ella a mí", contó. No dijo una palabra de cómo él la acuchilló a ella, ni cómo se originó el incendio en el local después. "No voy a contestar a eso" o "no lo recuerdo", respondió, chulesco.

El forense desinfló la gravedad de la supuesta agresión de la víctima al acusado. "Se trataría de un ataque muy flojo, porque son heridas muy superficiales. Es como pretender atacar y retirar luego la mano", dijo la médica. En cambio, no dejó dudas sobre la causa de la muerte de ella. "La herida del cuello era mortal de necesidad; el resto, de extrema gravedad", explicó.

Cinco minutos después de la agresión, alguien llamó al telefonillo de la última clienta de Esther, que era vecina de la zona. La peluquería estaba ardiendo. Antonio salió por su propio pie, sujetado por los bomberos. A Esther tuvieron que arrastrarla hasta fuera. Estaba muerta.

El juicio ha tardado casi cuatro años en celebrarse por varias revocaciones de la instrucción del sumario. Inicialmente, el hombre sólo estaba procesado por un delito de asesinato. El ministerio fiscal pidió que se le procesara también por un delito de incendio. La próxima vista está prevista para el martes.

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