CÁMARA OCULTA

En el desierto

Pillé in fraganti comprando películas en un top manta a un productor ahora jubilado. El hombre se defendía: "Mantengo fresca la curiosidad, pero no es fácil saciarla". Hace años que se retiró a una casita en la playa, no lejos del único cine que entonces quedaba en el pueblo, y que ya no existe, ni aquél ni ningún otro por allí cerca. ¿Qué puede hacer sino buscarse la vida? "Pasado mañana veré la ceremonia de los Oscar hasta las tantas, igual que hice con los Goya. Luego me quedaré hecho polvo ¡tantas películas que no podré ver!"

Y es que la tele no emite las películas que...

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Pillé in fraganti comprando películas en un top manta a un productor ahora jubilado. El hombre se defendía: "Mantengo fresca la curiosidad, pero no es fácil saciarla". Hace años que se retiró a una casita en la playa, no lejos del único cine que entonces quedaba en el pueblo, y que ya no existe, ni aquél ni ningún otro por allí cerca. ¿Qué puede hacer sino buscarse la vida? "Pasado mañana veré la ceremonia de los Oscar hasta las tantas, igual que hice con los Goya. Luego me quedaré hecho polvo ¡tantas películas que no podré ver!"

Y es que la tele no emite las películas que a él le interesan ahora, puede que las pongan más adelante, perdida por lo tanto la oportunidad de confrontar su opinión con la de críticos y tertulianos. Por mucho que los expertos del negocio del cine aseguren que hay demasiadas salas en España, este hombre no tiene ninguna cerca. Los cines han ido cerrando a medida que el negocio flojeaba, o se han mutado en complejos comerciales para el cine americano doblado, rodeados de tiendas de ropa y chucherías. No es manera de ver cine.

No le entra en la cabeza al amigo piratilla por qué los productores de Tiro en la cabeza, la minoritaria película de Jaime Rosales, recibieron tantas presiones para que dejaran de ofrecerla en Internet al precio de 3 euros. "Esto del cine ha cambiado mucho. Los que se dedican a ello no parecen aceptarlo, y cuando lo hagan ya será tarde. Hay que reaccionar", sentencia. "Los exhibidores deberían apoyar iniciativas como esa para cinéfilos desterrados". Estaba locuaz el jubilado, quizás por haber sido pillado en falta. "No digas que me has visto... es la primera vez que hago esto. Ni al muchacho que me ha vendido las películas: podrían deportarlo a su país". En los tiempos en que este productor, viejo zorro, era importante, había cines por todas partes. La gente iba a ver sus películas, aunque prefirieran las americanas, había sitio para todas pese a que ya se hablaba de crisis. "Si ya no hay cines ni otros medios para ver las películas, no sé cómo diablos se sale de ella".

¿"Es buena ésa de la entrevista de Frost a Nixon?", me preguntó al despedirse. "¿Y la israelí de dibujos? Son difíciles de encontrar, y puede que ganen algún Oscar..."

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