Raíces profundas

Hace cosa de unos años, el country pasó de ser una música de paletos sureños, ultraconservadores y cerriles a convertirse en objeto de suma reivindicación, uno de los estilos más cool con los que uno pueda tropezarse. Al menos en su consideración crítica. Y tres cuartos de lo mismo está ocurriendo en las últimas temporadas con otro género genuinamente americano, como el folk: de formar parte de un legado musical rancio y obsoleto ha pasado a ser considerado como uno de los terrenos más abonados a la experimentación más fértil y marcadora de tendencias, por obra y g...

Hace cosa de unos años, el country pasó de ser una música de paletos sureños, ultraconservadores y cerriles a convertirse en objeto de suma reivindicación, uno de los estilos más cool con los que uno pueda tropezarse. Al menos en su consideración crítica. Y tres cuartos de lo mismo está ocurriendo en las últimas temporadas con otro género genuinamente americano, como el folk: de formar parte de un legado musical rancio y obsoleto ha pasado a ser considerado como uno de los terrenos más abonados a la experimentación más fértil y marcadora de tendencias, por obra y gracia de Devendra Banhart, Joanna Newsom o Fleet Foxes. Así de imprevisibles y caprichosos son los ciclos en el mundo del pop. Y así es como ahora surgen grupos, en esa onda, de debajo de las piedras. O ya llevaban tiempo en actividad y los focos de la atención mediática les son favorables. Uno de los últimos en presentarse en nuestro país es Nick Castro, que lleva desde 2004 invocando a los espectros de Fairport Convention, Nick Drake, Bert Jansch y demás saludables hierbas de la mejor tradición folk-rock. Esta tarde, acompañado por su banda, The Young Elders, recala en Castelló en un recomendable concierto gratuito.