Columna

La ola

De momento doy por buenas unas fiestas entrañables que me han permitido obsequiarme con un buen libro, una buena película, y tiempo para disfrutarlos. Mientras el temporal arrasaba vidas y escolleras comprobé que la ola de modernidad todavía no ha derribado el único cine de los antiguos que queda en el corazón herido de Alicante: el enorme y casi vacío Navas, donde nos juntamos la otra tarde muy poquita gente, aunque más de lo habitual probablemente por el especial atractivo de la película: La ola. Se trata de una producción alemana dirigida por Dennis Gansel, basada en hechos qu...

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De momento doy por buenas unas fiestas entrañables que me han permitido obsequiarme con un buen libro, una buena película, y tiempo para disfrutarlos. Mientras el temporal arrasaba vidas y escolleras comprobé que la ola de modernidad todavía no ha derribado el único cine de los antiguos que queda en el corazón herido de Alicante: el enorme y casi vacío Navas, donde nos juntamos la otra tarde muy poquita gente, aunque más de lo habitual probablemente por el especial atractivo de la película: La ola. Se trata de una producción alemana dirigida por Dennis Gansel, basada en hechos que realmente sucedieron en los Estados Unidos hace 41 años, aunque por desgracia conserva todo su inquietante vigor ya que muestra el poder de seducción de las ideologías fascistas. Se ve en ella que no es tan difícil alienar a todo un grupo simplemente con la filosofía de no admitir más que una respuesta posible: la del "señor, sí señor". No diré más que es muy recomendable.

Y ya hay quien nos desea feliz 2010, porque el que acaba de empezar debería pasar cuanto antes

De la novela Huye rápido, vete lejos, de Fred Vargas, reproduzco este fragmento de diálogo entre dos de sus principales personajes:

-No son más que palabras. Palabras. Eso nunca ha matado a nadie. Se sabría.

-Se sabe, Le Guern. Es todo lo contrario. Las palabras siempre han matado.

-¿Desde cuándo?

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-Desde que alguien grita "¡A muerte!" y la muchedumbre lo cuelga. Desde siempre.

(La autora es francesa y medievalista, así que sabe muy bien lo que escribe)

Devorados y paladeados estos dos regalos de Navidad, también he dedicado un tiempo a otro vicio a caballo con la obligación: la prensa diaria, con acontecimientos que reafirman la letalidad de algunos discursos. A saber, la insoportable masacre en Gaza, las movilizaciones beatas donde se llama asesinos a quienes opinan diferente, la diputada que se pasea con fetos de plástico en el bolso, los arzobispos defendiendo la Inquisición y atacando a la ciencia, las pintadas insultando la memoria del joven nacionalista asesinado Guillem Agulló..., sin olvidar la defensa que hace el Consell de las donaciones de empresas concesionarias a aquella furibunda campaña "reivindicando el agua" porque tales compañías -dice la versión oficial- son "sociedad civil". Y qué interesante, qué aleccionador ha sido ver cómo al día siguiente en Levante contestaba a través de una entrevista José Pascual Fortea, vicepresidente de los regantes y militante del PP: "Camps usó el agua para sacar tajada en el feudo zaplanista de Alicante". Cosa que todo el mundo sabía, pero dicho ahora por uno de los suyos demuestra que si se fuerza mucho la situación las costuras con que se ha embastado el poder del clan a veces acaban presentando fisuras.

En fin, que hemos despedido el viejo año sin pena ni gloria. Y hay quien ya nos desea feliz 2010, como dando por seguro que este que acaba de empezar debería pasar cuanto antes. Ya se verá. Por ahora cruzamos los dedos. Nos mantenemos alerta vigilando el horizonte. Y pedimos a los Magos una tabla de surf, o de salvación, para que ninguna ola de ninguna clase de fanatismo se nos lleve por delante.

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