Tribuna:

Un concejal en la carrera

Un año más, el 31 de diciembre, se corre la San Silvestre Vallecana. Lejos queda aquella primera convocatoria de 1964, en la que 57 valientes osaron tomar las calles. Pocos numéricamente -que no en voluntad- en comparación con las cerca de 30.000 personas que la han convertido hoy en un auténtico fenómeno de masas que cada año bate cifras de participación. Todas sus ediciones están unidas por el hilo que la han llevado a ser la mejor carrera del mundo: el espectacular ambiente que la rodea y la extraordinaria deportividad con que se desarrolla.

Cuando corres por primera vez te enfrentas...

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Un año más, el 31 de diciembre, se corre la San Silvestre Vallecana. Lejos queda aquella primera convocatoria de 1964, en la que 57 valientes osaron tomar las calles. Pocos numéricamente -que no en voluntad- en comparación con las cerca de 30.000 personas que la han convertido hoy en un auténtico fenómeno de masas que cada año bate cifras de participación. Todas sus ediciones están unidas por el hilo que la han llevado a ser la mejor carrera del mundo: el espectacular ambiente que la rodea y la extraordinaria deportividad con que se desarrolla.

Cuando corres por primera vez te enfrentas a la incertidumbre de si serás capaz de culminar sus 10 kilómetros por las principales calles de Madrid y, sobre todo, de "escalar" las cuestas de Vallecas. Pero frente a ese temor hay algo más fuerte que te empuja a dar la primera zancada: el ambiente distendido, el compañerismo que te arropa, que te envuelve en esta fiesta y te lleva a pensar quién me iba a decir que esto era tan increíblemente divertido.

Llegas por tu esfuerzo, pero también por el ánimo de la gente dentro y fuera de la competición
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Y de pronto hay que empezar a correr en medio de una metáfora de la ciudad y de la sociedad en la que vivimos: te mueves en medio de una marabunta de gente, pero al mismo tiempo sólo con tus fuerzas para conseguir llegar a la meta.

Ese pensamiento rápidamente se desvanece por la larga bajada de la calle de Serrano, cuando llegas a la puerta de Alcalá, atraviesas Cibeles, te adueñas del paseo del Prado, miras de reojo a Neptuno y continúas por Ciudad de Barcelona para entrar al Puente de Vallecas -tan madrileño, tan obrero, tan popular y hoy tan mestizo- por la avenida de la Albufera. Has llegado hasta aquí por tu esfuerzo, desde luego, pero también por el ánimo de la gente dentro y fuera de la carrera. Sí, te das cuenta de que formas parte de un todo, de una comunidad en la que, cuando alguien pasa por un momento de duda, de inseguridad o de sufrimiento, encuentra el apoyo de los que aplauden desde la acera o de quien anónimamente se coloca a tu lado y te ayuda a superar el bache y no tirar la toalla. Actuaciones sencillas pero llenas de solidaridad que demuestran que es posible, en la sociedad de la inmediatez y del tanto tienes tanto vales, recuperar la sencilla y gran idea de que lo que le sucede a nuestro vecino ni puede ni debe sernos indiferente.

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Hemos llegado a Vallecas. Sus aceras llenas de gente, sus cánticos y la famosa espuma, te hacen olvidar la dureza de la cuesta y te llevan en volandas hasta la meta. Da igual ir más deprisa o más despacio, lo has conseguido. Con esfuerzo -son ¡10 kilómetros!-, con humildad -de pronto gente muy mayor te adelanta a velocidad de fórmula 1- y con la alegría de la fiesta que te rodea y de la que formas parte.

La carrera ha terminado y, con ella, casi también los 12 meses en los que contamos nuestros días. Regresamos a nuestras casas para reponer fuerzas y dar la bienvenida al nuevo año. ¿Qué pedir, qué propósitos para 2009? Algunas cosas. Entre ellas, que afrontemos la vida con el mejor sentido deportivo, el que aplica a cada metro recorrido Chema Martínez -¡ojalá gane este año!-. Vaya: fijarse metas, no darse por vencido ante los obstáculos, afrontar los desafíos de la vida cotidiana, asumir las derrotas, entender que el fracaso es la base para un nuevo intento, volver a empezar cuando todos gritan que es imposible, tener espíritu de superación, constancia... En fin, vivir, que es luchar.

Y dentro de esa lucha colectiva, el sueño olímpico madrileño. Hay que recordar que la Carta Olímpica habla de crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos universales; de poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico, con el fin de favorecer una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana, educando a la juventud a través de su práctica sin discriminación de ninguna clase y dentro de un espíritu de comprensión mutua, amistad, solidaridad y juego limpio.

Todo eso caracteriza la San Silvestre, todo eso lo tiene Madrid. Así que, como todos los madrileños y españoles, deseo que en octubre de 2009 seamos Ciudad Olímpica, de forma que corramos la San Silvestre del año que viene con la gran mano de 2016 en la camiseta para celebrarlo, agradecer la designación y dar la bienvenida al mundo a esta nuestra gran ciudad.

Óscar Iglesias es presidente del Grupo Municipal Socialista y hoy correrá la San Silvestre.

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