Crónica:LA CRÓNICA

Solomillo de osa

Qué pena más grande tengo por Hvala, la osa eslovena introducida en el valle de Aran en 1997 junto con otros osos del Este europeo, contra la que el sábado pasado se manifestaron el Síndic y unos centenares de ciudadanos. "¡Fuera los osos!", exigen. Me malicio que en cuanto pase la temporada de nieve y las partidas de cazadores furtivos puedan desplegarse por aquellos confines y bosques maravillosos, Hvala es osa muerta. ¡Qué destino, venir desde los bosques del este europeo a morir en estos confines, si no lo remedia el fantasma de Timothy Treadwell, el chiflado amigo de los oso...

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Qué pena más grande tengo por Hvala, la osa eslovena introducida en el valle de Aran en 1997 junto con otros osos del Este europeo, contra la que el sábado pasado se manifestaron el Síndic y unos centenares de ciudadanos. "¡Fuera los osos!", exigen. Me malicio que en cuanto pase la temporada de nieve y las partidas de cazadores furtivos puedan desplegarse por aquellos confines y bosques maravillosos, Hvala es osa muerta. ¡Qué destino, venir desde los bosques del este europeo a morir en estos confines, si no lo remedia el fantasma de Timothy Treadwell, el chiflado amigo de los osos que murió devorado y al que Herzog inmortalizó en Grizzly man!

La partida de caza clandestina será un fenómeno excepcional, debido a la extrema escasez de osos entre nosotros; los pocos que hay están protegidos por la UE. En cambio, en las regiones orientales de donde procede Hvala, abundan, y a veces -acabamos de verlo en un documental de la televisión-, cuando no encuentran sustento en sus bosques, al anochecer bajan (como los jabalíes a Barcelona) a los suburbios de las ciudades para revolver en los contenedores de basuras de las calles oscuras. Los vecinos al verlos dan un respingo y les miran con cierta repugnancia y guardando las distancias. Allí la caza está regulada por el Estado, se paga cierta cantidad por cada pieza abatida. En una aldea cerca de Brazov, al pie de los Alpes transilvanos, yo conozco al bueno de Emil Curtanu, que se dedica, entre otros trabajos a tiempo parcial, a acompañar a los cazadores occidentales a los apostaderos. Su especialidad sin embargo son los cazadores españoles. Por lo general los clientes son sujetos bien conocidos en las páginas económicas de la prensa. Algunos nombres me ha dicho, y te sorprenderías al saber que el severo banquero y el riguroso financiero disfrutan con eso, pero los nombres no vienen a cuento. Viajan en avión a Brasov, Emil los lleva a dormir a la aldea, y a la mañana siguiente temprano van al apostadero, que es una garita de ladrillo en medio del bosque, con una ranura por donde se asoma el cañón de la escopeta. Se ha preparado delante un chivo expiatorio, carroña o algo que atrae al bicho, Emil me lo contó pero no entendí muy bien, el caso es que cuando el oso aparece, ¡pum! Me parece una forma de obrar muy ventajista, pero dice Emil que cuando cobran la pieza esos señores se alegran como niños, se excitan mucho, se quedan muy contentos. Dice que con ellos ha mantenido conversaciones muy interesantes en las que ha aprendido cosas. Le parece que esa gente acaudalada y con gran experiencia acumulada sobre la vida o el dinero tiene puntos de vista muy interesantes. Quizá tiene razón, aunque también podría ser que se equivocase de medio a medio, porque creció en la penuria y el éxito de los ricos tiene para él cierto prestigio legendario...

Cuando pase la temporada de nieve y los cazadores furtivos se desplieguen, 'Hvala' es osa muerta

A los osos, dice un perverso poema de Zbigniew Herbert, "les encantan las golosinas. A la escuela no quieren ir, pero una siestecita en el bosque, oiga, con mucho gusto. Cuando les queda poca miel se llevan las manos a la cabeza y están tan tristes, pero tan tristes, que ni sé (...). Por el bosque anda el cazador, y con su fusil apunta entre esos dos ojos pequeños".

¿Quién se atreve a preguntarle al hombre la razón de lo que haga, como dice el oso Baloo? A Hvala la veo sentenciada, y yo, sobreponiéndome a la pena y haciendo de la necesidad virtud, mentalmente ya me he puesto la servilleta al cuello y sostengo en las manos cuchillo y tenedor, y sentado a la mesa en la fonda de Arties -se comía allí muy bien, no sé si aún existe- espero a que me sirvan un buen solomillo de oso, que se prepara a la plancha y se sirve con patatas y cebolla frita y confitura de manzanas y de castañas.

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