Análisis:EL ACENTO

Las voces de los muertos

La British Library acaba de publicar en el Reino Unido The spoken word. British and American writers, que reúne en dos CD grabaciones de un puñado de magníficos escritores, cedidas por la BBC y por US Radio Broadcast (y por algunos coleccionistas privados). La recopilación reúne los únicos testimonios sonoros que se conservan de Virginia Woolf y de Arthur Conan Doyle, por ejemplo. La primera habla de las palabras, y dice que la razón de que en su época no exista ningún gran poeta o novelista quizá se deba "a que no las dejamos ser libres, las reducimos a su significado útil...". El crea...

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La British Library acaba de publicar en el Reino Unido The spoken word. British and American writers, que reúne en dos CD grabaciones de un puñado de magníficos escritores, cedidas por la BBC y por US Radio Broadcast (y por algunos coleccionistas privados). La recopilación reúne los únicos testimonios sonoros que se conservan de Virginia Woolf y de Arthur Conan Doyle, por ejemplo. La primera habla de las palabras, y dice que la razón de que en su época no exista ningún gran poeta o novelista quizá se deba "a que no las dejamos ser libres, las reducimos a su significado útil...". El creador de Sherlock Holmes reconoce su admiración por algo "que marcará el futuro de la humanidad: la telepatía".

Se trata de dos observaciones notables. Como notables son también las confesiones de Graham Greene y de Arthur Miller. El primero explica que curaba su tedio infantil jugando con una vieja pistola a la ruleta rusa, y el segundo cuenta que la primera vez que vio a Marilyn Monroe estaba "arrebatadora".

Hay otro tipo de escalofríos que pueden agitarlo en cuanto oiga a Nabokov, Chesterton, Chandler, Kipling y un largo etcétera. Con lo que la industria del entretenimiento va consolidando sus directrices en el siglo XXI. Una apuesta clara es su afición por los muertos. Inéditos, confesiones secretas, aficiones ocultas, testimonios sonoros, fotografías perdidas, prendas de vestir: todo sirve. El otro camino es la querencia por las propuestas iconoclastas. Vale lo más raro, la iniciativa más perversa, la idea más peregrina, el disparate mayúsculo.

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El desafío de comprometerse con los avatares del presente, la obra elaborada durante años, los afanes de hurgar en la memoria próxima o lejana, la búsqueda de la transparencia y de la excelencia, la querencia por la discreción. Nada de todo esto resulta ya atractivo. En una época en que las nuevas tecnologías facilitan el acceso a cualquier audiencia a través de los blogs o de espacios virtuales donde cabe todo, como MySpace, YouTube o Facebook, entre otros, la única autoridad que queda es la voz de los muertos. Que convive con la garantía que ofrecen los iconoclastas de provocar cierto barullo. A los demás no les queda otra: paciencia y a barajar.

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