Reportaje:

Memoria oculta en las barberías

La obra de Rizo, un fotógrafo de pueblo, evoca 30 años de historia de Ourense

La memoria civil de la posguerra orensana estaba apilada en sacas. Grandes capazos y bolsas contra los desconchados de antiguas barberías y tiendas de pueblo, donde guardaban los pedazos en blanco y negro con una única referencia: Rizo. La otra cara del "Ourense perdurable" que anhelaba Risco estaba retratada a lo largo y ancho de la provincia por José Vázquez Arias, Rizo en honor a la cabellera ondulada de sus antepasados y a la suya propia. Un paisano de Casasoá, al lado de Sás de Penelas (Castro Caldelas) que un día cambió la agricultura por una "rusa" y retrató lo que fuimos. Tres d...

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La memoria civil de la posguerra orensana estaba apilada en sacas. Grandes capazos y bolsas contra los desconchados de antiguas barberías y tiendas de pueblo, donde guardaban los pedazos en blanco y negro con una única referencia: Rizo. La otra cara del "Ourense perdurable" que anhelaba Risco estaba retratada a lo largo y ancho de la provincia por José Vázquez Arias, Rizo en honor a la cabellera ondulada de sus antepasados y a la suya propia. Un paisano de Casasoá, al lado de Sás de Penelas (Castro Caldelas) que un día cambió la agricultura por una "rusa" y retrató lo que fuimos. Tres décadas (de mediados de los años 40 a mediados de los 70) de escasez y miserias que el fotógrafo difuminó con una nube de sonrisas y gestos de inusitada alegría en sus retratos. El Ourense que ahora se muestra -en la exposición del edificio cultural Simeón, de la Diputación, y en el libro editado por la misma institución, Rizo, tres décadas de imágenes prodigiosas- parece una ensoñación.

Recorría plazas y ferias con su cámara y colgaba las imágenes en locales públicos
Tras inaugurarse la muestra, siguen apareciendo sacas con más fotografías

Agricultores, pulpeiras, feriantes, barberos y domingueros estrangulan la angustia de la miseria y la dureza de sus oficios con ilusorio desenfado. "Rizo no llegó a tener el reconocimiento social de Virxilio Viéitez; no se valoró tanto su trabajo: las fotos estaban en sacas en los trasteros", comenta Xulio Fernández Senra, director del Centro de Estudios Xaquín Lourenzo, que se propuso recuperar el legado del fotógrafo considerando "el valor incalculable que supone para la memoria histórica de la provincia".

Rizo fue todo un personaje, hasta su muerte en 1975. El presidente de la Diputación, José Luis Baltar, recordó en su discurso en la inauguración de la muestra que en su pueblo de Esgos había un local en el que se colgaban las fotos de Rizo. Baltar lo conocía de sobra: "Era la barbería de mi padre". No fue la única. Las fotos que ahora se exponen estuvieron antes en las paredes de las barberías y tiendas de Allariz, Castro Caldelas, Celanova, Bande... No eran exposiciones artísticas, sino "puntos de venta", porque Vázquez Arias recorría plazas de pueblos y ferias, encandilaba al personal y disparaba su cámara. Después "colgaba las fotos en tiras de a dos o cuatro en locales más frecuentados para que las vieran los que salían retratados en ellas y poder así venderlas". Y las vendió. A montones.

Senra reconoce que una vez promocionada la exposición y presentado el libro, recibieron "llamadas de todas partes de la provincia de gente que tiene más sacas en un rincón lleno de fotos". Incluso algún emigrante ha ofrecido las suyas digitalizadas. "Parece que no hay nadie en la provincia que no tenga una foto de Rizo". "Debió de ser un tipo encantador", comenta el investigador mientras analiza las fotos incluidas en el apartado de "grupos", en donde abundan los retratos de mujeres jóvenes, guapas y sonrientes, felices de ser objeto de la cámara. "Él no se casó, pero parece que le gustaban bastante las mujeres", sonríen los comisarios, convencidos de que eran "su don para la conversación y su encanto personal" las claves para hacer esas fotos de grupos espontáneas, aunque la simetría de los movimientos y su expresividad coral evidencien que estaban calculados.

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Pero la singularidad de Rizo, que tuvo la osadía de sobrevivir a su muerte (lo dieron por muerto en la Guerra Civil y gracias a ello pudo salvar la vida, aunque "después ya no fue el mismo", comenta su hermana Nieves en el prólogo del libro) fue la de mostrar la historia de los orensanos en el punto mismo en el que la estaban viviendo. "En esas décadas ya estaban instalados en Ourense fotógrafos de renombre como Sanjurjo, Pacheco o Schreck, pero sólo hacían fotos de estudio". Lo de Rizo es otra cosa, que incluye también la crónica de la miseria. Cabras, cerdos, vacas y sobre todo burros, compartiendo el día a día y a veces hasta la mesa. Junto a la serie de oficios, la de grupos y los "retratos con animales", hay también "retratos con vehículo" y "eventos sociales", básicamente procesiones, bodas, funerales, comuniones y algún que otro baile de disfraces.

Una niña, en la exposición de Rizo en el edificio Simeón de Ourense.DANIEL ATANES

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