Análisis:EL ACENTO

¿Quién manda aquí?

Damien Hirst coloca animales en formol en unos tanques de sofisticado acabado y, por primera vez, los días 15 y 16 de septiembre los ha subastado directamente en Sotheby's, pasando de cualquier intermediario. Ha puesto a la venta 223 lotes y obtenido 240 millones de euros. Ofrecía también otro tipo de piezas, como un grabado de cristal, oro blanco y diamantes o un óleo redondo de más de dos metros de diámetro. Hirst es un artista y lo que hace es arte, y ahora está al frente de unos 120 empleados que ejecutan sus ideas en seis estudios situados en el Reino Unido.

Cuando el historiador D...

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Damien Hirst coloca animales en formol en unos tanques de sofisticado acabado y, por primera vez, los días 15 y 16 de septiembre los ha subastado directamente en Sotheby's, pasando de cualquier intermediario. Ha puesto a la venta 223 lotes y obtenido 240 millones de euros. Ofrecía también otro tipo de piezas, como un grabado de cristal, oro blanco y diamantes o un óleo redondo de más de dos metros de diámetro. Hirst es un artista y lo que hace es arte, y ahora está al frente de unos 120 empleados que ejecutan sus ideas en seis estudios situados en el Reino Unido.

Cuando el historiador Donald Sassoon se embarcó en la elaboración de su libro Cultura decidió excluir a las bellas artes de las materias de las que iba a ocuparse. El mercado del arte es un mercado de objetos únicos, explicó, donde el valor económico lo deciden las chequeras de los compradores y el estético termina por ser ratificado por los expertos. "El valor económico de las bellas artes está determinado por su valor de reventa", escribió en su riguroso estudio. Así que cualquiera se mete en ese pantanoso fregado donde la naturaleza especulativa del producto es lo fundamental.

Y es que ahí, en el mundo del arte, poco tienen que decir los gustos del público; desde hace unos días tampoco pintan gran cosa los galeristas; a los críticos se les hace cada vez menos caso y los expertos cambian de criterio con relativa facilidad. Ahí están las modas con sus vuelcos para certificar que nada es duradero. Incluso cuando el director de una gran pinacoteca se ocupa de Damien Hirst habla de cifras sin explicarle al profano qué hay de arte en el arte que produce.

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Quién manda ahí? Pues todos los que adornan sus casas, sus jardines o sus yates con escualos que miran impertérritos desde una vitrina (por ejemplo), mientras va creciendo su valor en el mercado. E igual alguien más: un irlandés rotundo de mofletes colorados, Frank Dunphy, deambulaba por Sotheby's durante la subasta en un discreto segundo plano. De este lince que ha engordado los negocios de gente como Led Zeppelin fue la idea de saltarse con las obras de Hirst los intermediarios. Quién lo tuviera a su lado en estos tiempos de crisis.

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