Crítica:POP | Coldplay

Caballo grande

Como el vino tinto al jamón ibérico, así le sientan a Coldplay los grandes recintos. Hace escasamente mes y medio actuaron en la Carpa Movistar y sólo parecieron un grupo de canciones hinchadas que deseaba caer simpático. En la noche del sábado, la hinchazón lírico-épica de esas mismas canciones inflamó el Sant Jordi, dejó tumefacta la memoria de sus seguidores y permitió al grupo reivindicarse mediante un concierto aplastante que mantuvo a similar nivel el componente musical con un espectáculo mucho menos aparatoso de lo que quizás se podría pensar de antemano. Sí, a Coldplay les van los siti...

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Como el vino tinto al jamón ibérico, así le sientan a Coldplay los grandes recintos. Hace escasamente mes y medio actuaron en la Carpa Movistar y sólo parecieron un grupo de canciones hinchadas que deseaba caer simpático. En la noche del sábado, la hinchazón lírico-épica de esas mismas canciones inflamó el Sant Jordi, dejó tumefacta la memoria de sus seguidores y permitió al grupo reivindicarse mediante un concierto aplastante que mantuvo a similar nivel el componente musical con un espectáculo mucho menos aparatoso de lo que quizás se podría pensar de antemano. Sí, a Coldplay les van los sitios grandes.

No hay mucho misterio cuando existe tino. Póngase en juego un espectáculo bien concebido, original, ingenioso y, al mismo tiempo, parco y comedido. Medios al servicio de un montaje que no abruma. Luces, sin alardes y muy bien usadas, sorpresas como las ingeniosas pantallas que con forma de bombilla decoraban los altos del Sant Jordi, confetis en forma de mariposas descendiendo sobre las cabezas del público, rayos láser y sonido enérgico y definido.

El grupo inflamó el Sant Jordi y se reivindicó con un concierto aplastante

Súmese un cantante que como Chris Martin se mueve con efectividad, canta con soltura y, además, se esfuerza sinceramente en hablar con su público en castellano, cosa especialmente de agradecer tratándose de un anglosajón. El remate viene dado por canciones que, caso de las más nuevas, toman más cuerpo y dimensión en directo que en disco al verse, curiosamente, desprovistas de sus capas y capas de sonido para sonar más ligeras, directas y emocionales.

Así pues, Coldplay se crecieron, como sus canciones, en un recinto como el Sant Jordi, idóneo para dar salida a la euforia desatada por piezas como Clocks e In my place, las dos primeras dianas sonando en los compases iniciales de la actuación.

Puede que en unos cuantos años resulten insufriblemente densos, épicos a más no poder y grandilocuentes en grado extremo, pero eso no deja de ser una especulación. Hoy por hoy, el grupo agranda su poder ante grandes audiencias, mostrando ese poder que sólo exhiben aquellos que se sienten en estado de gracia.

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Como muestra, nada más explícito que escuchar a gran parte del público saliendo del Sant Jordi aún cantando el fragmento más característico de Viva la vida, precisamente una canción nueva de un grupo que parece haber encontrado continuidad a piezas como Yellow. Lo dicho, lo grande le va como anillo al dedo.

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