Crónica:VUELTA 2008 | 7ª etapa

Contador avisa a Valverde

El líder del Astana se limita a distanciar al murciano en una etapa ganada por Ballan tras 200 kilómetros de escapada

Mientras los ciclistas subían, los tardíos, y bajaban, los más tempraneros (un decir llegando a las seis de la tarde), Alessandro Ballan salía y salía al podio. Ahora le besaba una rubia, ahora una morena. Los flashes fotográficos le buscaban el gesto (un imposible ante su rostro impenetrable). Salía y recogía el ramo de ganador de la etapa. Entraba a la cabina, lo dejaba y volvía a salir para enfundarse el maillot oro de la general, de líder insospechado, increíble, meritorio. Le volvían a besar y se volvía a esconder. Y salía otra vez a enfundarse el jersey de líder de la monta...

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Mientras los ciclistas subían, los tardíos, y bajaban, los más tempraneros (un decir llegando a las seis de la tarde), Alessandro Ballan salía y salía al podio. Ahora le besaba una rubia, ahora una morena. Los flashes fotográficos le buscaban el gesto (un imposible ante su rostro impenetrable). Salía y recogía el ramo de ganador de la etapa. Entraba a la cabina, lo dejaba y volvía a salir para enfundarse el maillot oro de la general, de líder insospechado, increíble, meritorio. Le volvían a besar y se volvía a esconder. Y salía otra vez a enfundarse el jersey de líder de la montaña. Y vuelta a empezar con el de la combinada. Tanto entró y salió que, al final, se quedó solo. Se fueron las azafatas y el ciclista italiano se las vio para recoger del suelo las flores, la botella de champaña y los demás regalos.

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¿Y por qué se vio en ésas Ballan, un gregario del Lampre ajeno a las contiendas de los líderes de la Vuelta? Porque la etapa más temida, la más larga, la de las dos subidas a La Rabassa, metió el miedo en el cuerpo a los galgos de la carrera. Cuando se levantaron en Barbastro, ya les entró un escalofrío: llovía y la temperatura era de 17 grados (20 menos, por ejemplo, que en Córdoba). Kilómetros, montaña, lluvia, frío -en La Rabassa apenas se superaban los siete grados-. Mejor otro día, debieron de pensar Alberto Contador, Alejandro Valverde, Carlos Sastre y compañía.

Como todos dimitieron, otros se lanzaron a la aventura. Se lanzó el Euskaltel con Landaluze haciendo la goma al final y sucumbiendo al reloj. Y se lanzó el Rabobank con Meersman y Ardila. Y el Caisse d'Épargne con Zandio. Y aventureros particulares como Ballan y De Maar. Aquello tenía buena pinta. Equipos transmitiendo sensaciones de batalla y corredores empeñados en pasar a la historia. Y el pelotón, dejando hacer, hasta 11 minutos, en espera de que las cuestas finales hicieran su trabajo.

Lluvia, kilómetros y dos puertos previos poco exigentes no tentaban a ninguno de los favoritos, congelados, atrapados en la niebla y la lluvia, con más ganas de acabar que de acabar primeros. Lo dijo Bruyneel, el director del Astana: "Lo mejor es que salvamos un día difícil". Es decir, el Astana, el favorito, el que tiene al ciclista más en forma, Contador, el que tiene la amenaza más creíble, Leipheimer, y quizás el mejor nueve de la carrera, se conformaba con haber salido indemne de una etapa mediatizada por el cambio climatológico de la Vuelta. El resto pensó lo mismo o no pudo hacer más. Todo el trabajo del Euskaltel no lo pudo rematar Igor Antón, limitado a llegar con lo mejores. Ni Gessink, el del Rabobank, aún anónimo en la carrera.

Sólo Contador adelantó la nariz y siguió a pies juntillas el mandato de Valverde. "Las bonificaciones merecen más la pena que un ataque en la montaña", dijo el murciano cuando se puso de líder. Y a por ella se fue Contador (ocho segunditos más no era mal botín), cuando ya Ballan se secaba el sudor, para demostrar que es el más fuerte y para dejar a Valverde maltrecho, a Sastre en su papel (yo sigo y sigo) y a Antón pensando que hoy será otro día. Entre medias, Mosquera puso la sal a la ensalada. Una sal a ciegas. "Nunca supe cómo iba la carrera", reconocía, perdido entre la niebla y sin saber quién caía y quién saltaba. Fue segundo y quizás el dinamizador de que el pelotón se moviese en el último kilómetro.

Pocas cosas claras, pero algunas evidentes. De los tres favoritos, se trastabilló Valverde, quizá el más débil; se mostró Contador, quizá el más fuerte, y aguantó Sastre, el más calculador. Lo demás fue cosa de Ballan, escapado desde el kilómetro 18, un tipo duro empeñado en ganar y el que mejor leyó el parte meteorológico-deportivo. Ya tiene la maleta llena de maillots. Ya es líder de la Vuelta. Y de la montaña. Y de la combinada. Todo, en seis horas de sufrimiento.

Hoy, la cita es en Pla de Beret, pero la sensación es que la estrategia seguirá imperando en espera del Angliru y, quizá, de la cronoescalada a Navacerrada. El más gráfico fue Valverde. ¿Qué te ha pasado [55 segundos perdidos con Contador más la bonificación]?. "Que he llegado apajarao". Pues eso.

Alessandro Ballan celebra su victoria.EFE

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