Crónica:TOUR 2008 | 14ª etapa

'Superfreire', el 'sprinter' solitario

El corredor de Torrelavega logra la victoria vestido de verde la víspera del asalto a los Alpes

En la canícula en Nimes, asfalto a 42 grados, baldeo acelerado para evitar que se derrita la brea bajo plátanos y acacias: Picasso, bicicletas con cornamentas de toro; un torero de bronce, el capote entre las manos preparado para una verónica; la Maison Carré. El genio único; el arte instantáneo, la inspiración guiada por la sangre; el racionalismo, la arquitectura matemática de Vitrubio. El ciclismo. "Lo extraordinario siempre es falso", dice Millar, que piensa en Riccò, Picasso, genio, en Piepoli, torero; que piensa en él, a quien la EPO le guió en un viaje hacia su infierno del que salió cr...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En la canícula en Nimes, asfalto a 42 grados, baldeo acelerado para evitar que se derrita la brea bajo plátanos y acacias: Picasso, bicicletas con cornamentas de toro; un torero de bronce, el capote entre las manos preparado para una verónica; la Maison Carré. El genio único; el arte instantáneo, la inspiración guiada por la sangre; el racionalismo, la arquitectura matemática de Vitrubio. El ciclismo. "Lo extraordinario siempre es falso", dice Millar, que piensa en Riccò, Picasso, genio, en Piepoli, torero; que piensa en él, a quien la EPO le guió en un viaje hacia su infierno del que salió creyendo sólo en la razón, en la hermosura de las líneas clásicas. Se equivoca el inglés: lo extraordinario es siempre extraordinario.

"Aquí estoy yo. España no se acaba en Valverde", celebró el vencedor
Más información

Óscar Freire.

Atraviesa Provenza, los campos de lavanda, los pinares, el viento que lleva noticias de tierra adentro, bajo el calor. Inspira y se olvida instantáneamente del Freire de los demás días, del Freire que ha estado conscientemente traicionando a su instinto, convenciéndose de que él, solo, solo, también podía ser un rutinario cazador de puntos, un chic regular. ¡Él! Sólo el maillot verde que le canjean por los puntos, como quien cambia cupones en el Condis de la esquina, le alegra la mirada. Un sprinter sin ambiciones, un sprinter que no se deja guiar día a día por el deseo de mostrar su dorsal a todo el pelotón, por el ánimo asesino, no es un sprinter. No es Freire. "En efecto", dice. "No soy Freire. No estoy bien. Cavendish es mucho. Es explosivo. Le he visto hacer cosas en los últimos 200 metros que no le había visto a nadie. Es el único que marca la diferencia". Lo dice por la mañana, en Nimes. Lo dice con cierto tono apático, aburrido, como con ganas de coger el avión y volverse a casa. Lo repite por la tarde, pero lo dice otro Freire. Resucitado. El col de l'Orme lo ha subido a 40 por hora un pelotón desbocado. Primero tras las huellas de Iván Gutiérrez, el audaz, superviviente de la fuga de la mañana que se niega a entregar sin lucha su alma a la lógica de la manada. Luego tras la ansiedad de Evans, de Valverde, de tantos que pasaban por cabeza y aceleraban. Se ha subido tan rápido que Cavendish, sus mofletes infantiles, sus rizos de niño sano, su sonrisa enorme, ha muerto, ha dicho basta después de haber intentado meter el miedo en el cuerpo a Freire. "Cuidado, amigo", le dice perdido en Provenza, "que voy a pasar los Alpes. Quiero llegar de verde a París". Podrá pasar los Alpes, pero no pudo con una cota de cuarta donde Freire se libró de su fantasma. Por primera vez en el Tour, solo como siempre, cerrado tras la rueda de Zabel, Freire sprinta pensando que va a ganar. Gana. Alegre, dice: "Tenía que aprovechar la oportunidad. Aquí estoy yo. España no se acaba en Valverde".

Freire, más verde que nunca, abrirá un paréntesis en los Alpes, a los que el Tour llega hoy por la puerta provenzal con destino en Italia: Pratonevoso, junto a Cuneo, un puerto nuevo en la galería de la grande boucle y donde se espera al trío más clásico. A Menchov, que dice que hasta ahora sólo ha ido "a rueda"; a Evans, el líder por 1s que sigue viviendo su intenso romance con el león de peluche y que dice que en el puerto del Piamonte llegará un grupo, que ganará Cunego y que de Sastre no opina porque no lo ha visto mostrarse, pero que Valverde estará muy bien.

La última vez que el Giro subió a Prato Nevoso, en 2000 -la segunda vez, la primera fue en 1996 y ganó Tonkov- el Banesto en pleno echó abajo una fuga de Pipe Gómez, del Kelme, para que ganara la etapa su líder, Leo Piepoli. Cayó el de Cuéllar, pero Piepoli acabó cuarto, a 2s del ganador, Garzelli, y Belda, el director de Pipe, se enfadó mucho. De aquellos ciclistas sólo Piepoli podría haber repetido este Tour, y podría haber pensado en reparar el error, pero se quedó a dos días de llegar, junto a su alumno Riccò, el chaval que ha hecho toda su carrera llevado de su mano -desde su primera victoria, en las Tres Cimas de Lavaredo del Giro 07, hasta la última, tras el Aspin de este Tour-, atropellados ambos por sus ambiciones. "Y si Riccò no hubiera estado en los Pirineos a lo mejor yo no habría muerto en el Tourmalet", dice Valverde, que ya poco tiene que decir en la general de este Tour. "Pero mejor no pensar en ello. Ya no se puede hacer nada".

Tampoco estará en Prato Nevoso Dueñas, el escalador bejarano a quien este Tour -una victoria de etapa, pensaba, un buen puesto en la general- iba a cambiarle la vida, convertirlo en figura. Después de su positivo, Barloworld, el sponsor surafricano de su equipo, ha dicho que después del Tour no quiere ver su nombre en los maillots nunca más. Como el T-Mobile el año pasado seguirá pagando a los corredores éste y el próximo año, y el equipo seguirá existiendo, aunque, de momento, no se sabe cómo se llamará.

Óscar Freire celebra su victoria en la etapa de ayer.REUTERS

Sobre la firma

Archivado En