Análisis:EL ACENTO

Osama Obama (y su mujer)

El poder o la perspectiva del poder suelen ser malos compañeros del sentido del humor, de la capacidad para encajar con cintura la ironía, incluso la amable y evidente. La observación sirve también para los asesores y consejeros de Barack Obama, el aspirante demócrata a la Casa Blanca, a quienes les ha faltado tiempo para protestar por la última portada del influyente semanario estadounidense The New Yorker, venerable publicación cercana al siglo. En el dibujo del órgano favorito de la progresía intelectual estadounidense en general, y neoyorquina en particular, aparecen el senador por ...

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El poder o la perspectiva del poder suelen ser malos compañeros del sentido del humor, de la capacidad para encajar con cintura la ironía, incluso la amable y evidente. La observación sirve también para los asesores y consejeros de Barack Obama, el aspirante demócrata a la Casa Blanca, a quienes les ha faltado tiempo para protestar por la última portada del influyente semanario estadounidense The New Yorker, venerable publicación cercana al siglo. En el dibujo del órgano favorito de la progresía intelectual estadounidense en general, y neoyorquina en particular, aparecen el senador por Illinois y su esposa en el despacho oval de la Casa Blanca, ya triunfantes. Él viste ropajes musulmanes que recuerdan a los de Osama Bin Laden, cuyo retrato cuelga de una de las paredes del sanctasanctórum presidencial, y choca el puño en señal de victoria con Michelle, peinado afro, ataviada al estilo de los Panteras Negras y con un AK-47 a la espalda. En la chimenea arde una bandera de Estados Unidos.

El portavoz de campaña de Obama considera ofensivo y de mal gusto el dibujo de The New Yorker. En el mismo sentido solidario e igualmente extemporáneo se ha manifestado el candidato republicano John McCain, poniendo de manifiesto que la atracción fatal de la Casa Blanca no conoce de distingos ideológicos. El revuelo ha obligado a David Remnick, director del boyante semanario -un millón de tirada y creciendo, favorito contra todo pronóstico entre los jóvenes y sobre todo entre los cuarentones-, a salir a la palestra para explicar lo obvio: que su portada es una sátira, un espejo frente al prejuicio y el absurdo, que pretende reflejar las tácticas del miedo y de la manipulación política.

Unas tácticas, por lo demás, que la derecha recalcitrante utiliza para intentar descarrilar la campaña electoral del senador afroamericano. La misma derecha que, ajena al hecho público de que su enemigo a batir es un protestante que suele viajar con la Biblia a mano, maneja sin rubor -convencida de su poder contaminante en un país como EE UU- la presunta condición secreta de musulmán de Obama. Y ya de paso, la de activista del poder negro de Michelle, su mujer.

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