Análisis:EL ACENTO

Por algo se empieza

China y Taiwan siguen dándose oficial y olímpicamente la espalda, como desde hace décadas, una actitud que Pekín adereza de vez en cuando con amenazas de invasión de la pequeña isla rebelde frente a sus costas. Pero parece que un rayo de pragmatismo -turístico- se abre camino en las cristalizadas diferencias políticas entre ambos enemigos. Este fin de semana, por primera vez en casi medio siglo, aviones comerciales de los dos países han transportado a centenares de turistas en vuelos chárter entre varias ciudades de China y de Taiwan. En el inmediato futuro, hasta 3.000 chinos volarán diariame...

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China y Taiwan siguen dándose oficial y olímpicamente la espalda, como desde hace décadas, una actitud que Pekín adereza de vez en cuando con amenazas de invasión de la pequeña isla rebelde frente a sus costas. Pero parece que un rayo de pragmatismo -turístico- se abre camino en las cristalizadas diferencias políticas entre ambos enemigos. Este fin de semana, por primera vez en casi medio siglo, aviones comerciales de los dos países han transportado a centenares de turistas en vuelos chárter entre varias ciudades de China y de Taiwan. En el inmediato futuro, hasta 3.000 chinos volarán diariamente a la isla.

El acuerdo sobre este insólito tráfico aéreo regular se ha conseguido en las primeras negociaciones formales en una década entre ambas partes, y no les falta razón a quienes lo consideran histórico, puesto que China se niega incluso a admitir que Taiwan es un país, y mucho menos, en consecuencia, que tenga un Gobierno representativo. El acuerdo, por tanto, se ha trabajado a la china, camuflado a través de miembros de organizaciones no directamente gubernamentales. Y es sólo el principio de un plan ambicioso por el que el régimen comunista y su minúsculo enemigo histórico pretenden establecer el año próximo vuelos regulares directos entre ambos países.

El milagro no lo explican los inmediatos Juegos Olímpicos, en los que Pekín y Taipei tendrán de nuevo el problema del desfile de sus respectivas representaciones; ni tampoco una mudanza de Pekín respecto de la isla renegada, cuyo acceso a las instituciones internacionales sigue vetando. El prodigio se debe al cambio de presidente en Taiwan, en mayo pasado, por la derrota del Partido Democrático Progresivo, implacablemente opuesto a los designios de Pekín, en las elecciones legislativas de enero y las presidenciales de marzo. El nuevo jefe del Estado, Ma Ying-jeou, del partido Kuomintang, mucho menos hostil a China, espera que los beneficios económicos del acercamiento turístico ayuden a disipar la omnipresente desconfianza de los taiwaneses hacia su hermano gigante.

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