Reportaje:

Devoción pública y devoción privada

Caixafòrum exhibe obras maestras de arte italiano de los siglos XIV al XIX, procedentes del Museo de Prato

A la espera de que en 2011 se concluya la reestructuración de su sede en el Palacio Pretorio, el Museo Cívico de Prato, en la Toscana, enseña sus obras maestras alrededor del mundo, con el objetivo de dar a conocer la originalidad e importancia de su producción artística, a menudo eclipsada por el poderío de la vecina Florencia. La exposición Entre lo sagrado y lo profano. El Renacimiento en Prato, que recala en el Caixafòrum de Barcelona tras una gira por Japón, reúne 59 obras, realizadas entre los siglos XIV y XIX, representativas de la vitalidad artística de esta localidad, centro ma...

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A la espera de que en 2011 se concluya la reestructuración de su sede en el Palacio Pretorio, el Museo Cívico de Prato, en la Toscana, enseña sus obras maestras alrededor del mundo, con el objetivo de dar a conocer la originalidad e importancia de su producción artística, a menudo eclipsada por el poderío de la vecina Florencia. La exposición Entre lo sagrado y lo profano. El Renacimiento en Prato, que recala en el Caixafòrum de Barcelona tras una gira por Japón, reúne 59 obras, realizadas entre los siglos XIV y XIX, representativas de la vitalidad artística de esta localidad, centro manufacturero textil desde la Edad Media.

Por primera vez se exhibe fuera de Prato la célebre Natividad, de Filippo Lippi, fraile descarriado que encarna bien el espíritu entre sacro y profano de la época. Sólo su extraordinario talento salvó a Lippi de la excomunión y de una posible condena a muerte cuando se fugó con una monja agustina, sor Lucrecia, con la que convivió durante muchos años desafiando las iras papales, gracias a la protección de Cosimo de Medici.

Por primera vez se exhibe fuera del centro la 'Natividad', de Filippo Lippi
El fraile pintor casi fue excomulgado por su amor con sor Lucrecia

De aquella unión nacieron dos hijos, Alessandra y Filippino, que siguió las huellas paternas y se convirtió en un destacado pintor, presente en la exposición con unos fragmentos de la predela con las Escenas de la infancia de Cristo, cuya tabla central se conserva en el Louvre. "Quizá precisamente por haber disfrutado de la pasión carnal y las alegrías de la paternidad, Lippi supo representar las escenas religiosas con una naturalidad y una espontaneidad desconocidas hasta entonces, enmarcándolas en una naturaleza exuberante, ajena a los severos paisajes góticos y las formas caligráficas del políptico de Lorenzo Monaco, emblemático del arte de principio del siglo XV", explica Maria Pia Mannini, conservadora del museo y comisaria de la exposición junto con Cristina Gnoni Mavarelli.

El recorrido arranca con una predela de Bernardo Daddi, realizada entre 1337 y 1338, y formada por cinco paneles que relatan la historia del cíngulo sagrado, una importante reliquia cristiana conservada en el púlpito de la catedral de Santo Stefano, construido especialmente por Donatello un siglo más tarde. Le acompañan obras de Agnolo Gaddi y Niccolò di Pietro Gerini, que demuestran la vitalidad de la escena artística de Prato, impulsada por el mecenazgo del comerciante Francesco di Marco Datini, que estableció florecientes relaciones comerciales con Barcelona, donde residió unos años. Un retrato post mortem de Datini se exhibe en la sección dedicada al Cinquecento, donde la influencia de la escuela retratista española se pone de manifiesto en las grandes representaciones de Francisco de Medici y su hermano y asesino Fernando, que le mandó envenenar en 1587.

El siglo XVII se plasma en el realismo de los discípulos de Caravaggio, virtuosos en el uso de la luz, que resalta las sombras de los cuerpos y otorga un nuevo dramatismo a los rostros, iluminados con el raro y valioso polvo de lapislázuli. Con la peste de 1630 resurge la devoción, y el fervor religioso se materializa en pinturas sagradas de grandes dimensiones, que siguen triunfando a lo largo del siglo XVIII.

En el Ottocento, el culto al pasado y el nacimiento de la conciencia histórica se plasman en la celebración de los grandes artistas del Renacimiento, símbolo de la edad de oro de la Toscana. Filippo Lippi, su genio y su romántica y escandalosa historia, son objeto de poesías, canciones y naturalmente pinturas, como demuestra el homenaje de Alessandro Ferrarini, pintor académico por excelencia, que cierra el recorrido: una copia de las Exequias de San Esteban, fresco que el fraile pintor hizo para la catedral de Prato.

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