Apocalipsis ahora
A propósito de El bosque, un crítico, probablemente británico, señaló que la caligrafía visual de M. Night Shyamalan parecía estar reescribiendo el cine de Dreyer en clave de comic-book. Como la mayoría de sus personajes, el director ocupa una tierra de nadie: un limbo donde los ecos del cine-espectáculo de la generación de Spielberg se ponen al servicio de ese estilo trascendental sobre el que escribió Paul Schrader. En los planos finales de El incidente, extraña y desconcertante película, Shyamalan parece querer explorar la intersección entre ...
A propósito de El bosque, un crítico, probablemente británico, señaló que la caligrafía visual de M. Night Shyamalan parecía estar reescribiendo el cine de Dreyer en clave de comic-book. Como la mayoría de sus personajes, el director ocupa una tierra de nadie: un limbo donde los ecos del cine-espectáculo de la generación de Spielberg se ponen al servicio de ese estilo trascendental sobre el que escribió Paul Schrader. En los planos finales de El incidente, extraña y desconcertante película, Shyamalan parece querer explorar la intersección entre El año pasado en Marienbad (1961) y La invasión de los ladrones de cuerpos (1956): en suma, casi una provocación o un juego cuyas reglas resultan demasiado esquivas y ensimismadas.
EL INCIDENTE
Dirección: M. Night Shyamalan.
Intérpretes: Mark Wahlberg, Zooey Deschanel, John Leguizamo, Betty Buckley.
Género: ciencia-ficción. Estados Unidos, 2008.
Duración: 91 minutos.
Quizás, dentro de algunos años, alguien redescubra el cine de Shyamalan y sienta el deslumbramiento de quien se topó, en su día, con las películas perdidas de Charley Bowers o con la convicción de que en Val Lewton había un autor. De momento, su insularidad parece jugar en su contra: poeta náufrago en el contexto del moderno cine comercial, Shyamalan -que representó la muerte de la crítica en su radical La joven del agua (2006)- sigue en sus trece en esta miniatura apocalíptica, tan susceptible de ser mal interpretada como llena de golpes de genio en su puesta en escena: las cadenas de suicidios en plano secuencia; el primer plano de Mark Wahlberg mientras suenan los disparos en off; el diálogo entre la casa y el cobertizo... Frente a una catástrofe que supone toda una invitación al autismo emocional, el cineasta propone el riesgo fatalista de vivir, a través de una película que está tan viva -y resulta tan polémica- precisamente porque se arriesga en cada uno de sus planos.