Análisis:PUNTADA CON HILO | Moda

Corre, Karl, corre

Alguien debería envasar y comercializar lo que sea que tome para desayunar Karl Lagerfeld. Tal vez su aspecto apergaminado no es exactamente lo que teníamos en mente la primera vez que nos vendieron la moto de la eterna juventud, pero su actividad y sintonía con su tiempo sí se le parecen. Da risa ese cliché sobre la capacidad de reinventarse de Madonna, que a sus 50 años se esfuerza por no perder el tren de lo moderno. Sobre todo, cuando tenemos a un hombre de 74 que no sólo no corre detrás de nada, sino que es el maquinista de una línea de ferrocarriles, la suya, que echan humo.

Estos...

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Alguien debería envasar y comercializar lo que sea que tome para desayunar Karl Lagerfeld. Tal vez su aspecto apergaminado no es exactamente lo que teníamos en mente la primera vez que nos vendieron la moto de la eterna juventud, pero su actividad y sintonía con su tiempo sí se le parecen. Da risa ese cliché sobre la capacidad de reinventarse de Madonna, que a sus 50 años se esfuerza por no perder el tren de lo moderno. Sobre todo, cuando tenemos a un hombre de 74 que no sólo no corre detrás de nada, sino que es el maquinista de una línea de ferrocarriles, la suya, que echan humo.

Estos días, el mundo ha enterrado a uno de los compañeros de promoción del alemán. Yves Saint Laurent y él empezaron juntos. Fueron amigos y luego se pelearon con saña. Lagerfeld no fue al funeral, y si se excusó por motivos laborales nadie podrá decir que es una mala disculpa. Trabaja para tres marcas distintas (Chanel, Fendi y la suya), es el responsable de nueve desfiles al año e innumerables colecciones más y desde 1987 fotografía los anuncios de todas ellas. En los ratos libres, se ocupa de su editorial 7L y dispara para revistas y marcas como Dom Pérignon.

Se puede argumentar que su trabajo como fotógrafo no está a la altura de su obra como diseñador y que a buen seguro no le faltará ayuda, pero tampoco hay que perder de vista que este conejito Duracell de la moda lleva en marcha desde los años cincuenta. Mientras su compañero de correrías juveniles, Valentino, se retira y se dedica a recibir homenajes (inminente: la inauguración de una retrospectiva el próximo día 17 en París), él se aventura con dos muestras en las que escasean los trapos. Una: fotos de Versalles entre sombras. La otra: una oda a su modelo favorito, Brad Kroening, cuya evolución lleva años retratando. De París a Nueva York, es el rastro que deja un hombre a la carrera para que no le atrape la nostalgia.

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