PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 2008 | Campaña electoral

Anacronismos

Los diarios y pantallas de ayer confirmaron la sospecha: la "pegada de carteles" es ya una vieja metáfora del inicio de campaña, una expresión arcaica más de las muchas que nos ha legado la galaxia Gutenberg. Hoy nadie pega carteles. Cuelga mensajes en la Red, persigue impactos en los telediarios -qué envidia el misil de la NASA-, diseña estrategias comunicativas globales, abraza audiencias, etcétera, pero pegar sólo pega lo previamente cortado en Word.

Físicamente, el género "pegada de carteles", que iba normalmente precedido por una cena de militantes, ha mutado en una extraña contrac...

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Los diarios y pantallas de ayer confirmaron la sospecha: la "pegada de carteles" es ya una vieja metáfora del inicio de campaña, una expresión arcaica más de las muchas que nos ha legado la galaxia Gutenberg. Hoy nadie pega carteles. Cuelga mensajes en la Red, persigue impactos en los telediarios -qué envidia el misil de la NASA-, diseña estrategias comunicativas globales, abraza audiencias, etcétera, pero pegar sólo pega lo previamente cortado en Word.

Físicamente, el género "pegada de carteles", que iba normalmente precedido por una cena de militantes, ha mutado en una extraña contracción, la "cena mitin", que es el formato que escogieron la mayoría de las formaciones políticas catalanas para el disparo de salida. Lo de "cena", como cabe suponer, es un eufemismo indigno de la patria de Ferran Adrià. Es catering, puro catering. El "catering mitin": hasta suena bien. Aunque tampoco el mitin es en propiedad lo que era: nada de gente de pie, sudando la camiseta, agitando pancartas, sintiéndose popolo in lotta, mis manos, mi capital.

Ahora los discursos se escuchan desde las mesas a medio desparejar, culos de vino todavía en las copas y cierta modorra flotando en el ambiente. Claro que el fin de fiesta levanta los ánimos: papelitos de colores cayendo del cielo, globos que circulan por efecto del palmeo colectivo, música a todo piño, focos enloquecidos. La claque se despierta y los regidores se lanzan en pos de las mejores tomas para enviar a los informativos.

Todo se dirime ahí. Los indecisos, que son la madre de todas las contiendas electorales, son fundamentalmente seres televisivos distraídos que hay que cazar al vuelo. Ciertos horarios, sin embargo, parece que todavía no se han enterado de esto. ¿Tiene algún sentido que la campaña tenga una hora oficial de arranque tan poco seria como la medianoche? Pues ahí sigue ese fósil, de un tiempo lejano en que las conjuras se fraguaban a la luz de las estrellas, sin testigos a la vista.

Hoy se sellan bajo los focos de cuarzo de los platós, con aplausos de encargo: mejor pues la sobremesa, o la hora de cenar. Y ya puestos a criticar el oficialismo, ¿tiene sentido hablar de inicio de campaña electoral cuando los políticos nos vienen dando la turra desde las Navidades? Yo liberalizaría las campañas. Suena a derechona, me consta, pero cuando la información vuela en tiempo real de un cabo al otro del planeta, programar fecha y hora de inicio de un aparato de comunicación diseñado para funcionar siempre es como ponerle puertas al campo. O como enganchar carteles a medianoche: puro romanticismo.

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