La principal acusada niega su relación en el crimen de Permanyer

Los otros dos implicados también se desvinculan de la muerte de la psicóloga

Recién peinada de peluquería, maquillada y vestida con elegancia, Carme Badia testificó ayer ante el jurado que debe declararla culpable o inocente del asesinato de la psicóloga Anna Permanyer, ocurrido el 27 de septiembre de 2004. Badia afrontó sin titubeos las casi cuatro horas de interrogatorio y negó una y mil veces cualquier relación con el crimen. "No, rotundamente no, y por Dios que no", llegó a decir. Y cuando las preguntas la pusieron en un brete, se acogió a su derecho a no contestar.

Era la primera vez que declaraba desde los hechos y lo aprovechó para explicar su coartada. A...

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Recién peinada de peluquería, maquillada y vestida con elegancia, Carme Badia testificó ayer ante el jurado que debe declararla culpable o inocente del asesinato de la psicóloga Anna Permanyer, ocurrido el 27 de septiembre de 2004. Badia afrontó sin titubeos las casi cuatro horas de interrogatorio y negó una y mil veces cualquier relación con el crimen. "No, rotundamente no, y por Dios que no", llegó a decir. Y cuando las preguntas la pusieron en un brete, se acogió a su derecho a no contestar.

Era la primera vez que declaraba desde los hechos y lo aprovechó para explicar su coartada. Admitió que el día del crimen había quedado con Permanyer y que incluso lo anotó en su agenda, pero explicó que la víctima no se presentó. Las acusaciones sostienen que Permanyer sí acudió al edificio Atalaya, en la avenida Diagonal de Barcelona y que tras obligarla a firmar el contrato de venta de una vivienda y una plaza de aparcamiento la psicóloga fue asesinada a golpes. Badia sostiene que el contrato se firmó el 10 de septiembre. De los hechos se acusa también a Joan Sesplugues, de 81 años, y Anabel Toyas, de 44. Los tres están en prisión y el fiscal pide para cada uno 21 años de cárcel.

El primero también se desvinculó del crimen, se contradijo y acabó abandonando la sala con mareos y entre las lágrimas de Badia, su gran amiga. La prueba que le inculpa es un cabello que apareció en el cadáver. Toyas negó que redactara el contrato y dijo que el día de autos estaba en Fraga, donde trabaja de carnicera. También definió a Badia como "un caballo desbocado" y negó que fuesen amantes.

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