Crónica:Abierto de Australia

Golpe de Estado de Djokovic

El serbio machaca a Federer, que no perdía en tres sets desde 2004 y no caía en semifinales desde 2005

El terremoto ya ha pasado: el serbio Novak Djokovic eliminó ayer al suizo Roger Federer en las semifinales del Abierto de Australia (7-5, 6-3 y 7-6) en 2 horas y 28 minutos. Los temblores, el caos y las consecuencias de la destrucción del orden establecido, sin embargo, siguen vivos hoy.

Ni Federer ni Rafael Nadal estarán mañana en la final del Abierto de Australia. Su ausencia es insólita por desacostumbrada: al menos uno de ellos había llegado siempre al partido definitivo desde enero de 2005. El suizo y el español se han repartido los 11 torneos grandes disputados en los últimos tres...

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El terremoto ya ha pasado: el serbio Novak Djokovic eliminó ayer al suizo Roger Federer en las semifinales del Abierto de Australia (7-5, 6-3 y 7-6) en 2 horas y 28 minutos. Los temblores, el caos y las consecuencias de la destrucción del orden establecido, sin embargo, siguen vivos hoy.

Ni Federer ni Rafael Nadal estarán mañana en la final del Abierto de Australia. Su ausencia es insólita por desacostumbrada: al menos uno de ellos había llegado siempre al partido definitivo desde enero de 2005. El suizo y el español se han repartido los 11 torneos grandes disputados en los últimos tres años. Y se cuentan por decenas los tenistas destruidos en el camino. La racha duró hasta ayer. Djokovic o el francés Jo-Wilfried Tsonga romperán el duopolio que ha impuesto su ley en el tenis del siglo XXI. Habrá un nuevo campeón. Y su victoria inaugurará tiempos turbulentos, de calculadora, corazón fuerte y aliento contenido: la pelea por el número uno ha quedado oficialmente abierta.

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Djokovic, que perdía por 5-3 en el primer set, hiló su victoria sin alardes. Bastó con su convicción y su deseo, su búsqueda de la iniciativa, ni una pausa, ni una concesión, siempre al ataque. El serbio salió a la pista y se encontró apenas con un puñado de banderas de su país y algún que otro grito a favor. Fue su único apoyo. La Rod Laver Arena se convirtió por una noche en un horno volcado con su ídolo en peligro. Rugía el público unido al grito de "¡Roger!". Cantaba la grada por el suizo, lento de movimientos. Y temblaban los asientos y se agitaban los carteles que reclamaban silencio: "Quiet! Genious at work (¡Silencio! Genio trabajando). Ni eso paró a Djokovic, que no se anduvo con medias tintas tras su victoria.

"Federer es uno de los mejores jugadores que ha habido nunca", dijo sobre la pista. "En corto: estoy muy orgulloso de mí mismo. He luchado contra dos rivales: la gente no estuvo conmigo, pero está bien. Es difícil jugar contra un tenista tan dominador. Estoy impresionado con mi reacción ante la presión. En los momentos difíciles jugué mi mejor tenis". El partido dejó al serbio en la final sin haber perdido un set en todo el torneo.

Hay datos que expresan aún mejor su momento iluminado: la última vez que Federer perdió en tres sets, en 2004, él era un desconocido. Y la última vez que el suizo perdió una semifinal, en 2005, lo seguía siendo. Djokovic venció ayer a un monstruo.

"La culpa es mía", reflexionó el número uno, que ya no podrá ganar en 2008 el Golden Slam, los cuatro grandes y el oro olímpico. "He creado un monstruo. Tengo que ganar cada torneo. Pierdo un set y la gente dice que estoy jugando mal", continuó tras presentarse ante la prensa sin ducharse.

"Él ganó los puntos importantes. Ha sido un partido duro, con muchas subidas y bajadas. Sirvió y jugó bien cuando lo necesitó. No hay ninguna duda de que yo he jugado mejor en mi vida. En los últimos partidos no he servido como hubiera querido. Él cubrió bien la pista. Yo no me estaba moviendo bien. Estoy decepcionado". Federer se fue con aires de tenista en crisis, rebuscando las razones de su fracaso en un virus estomacal previo al torneo. Y Djokovic acabó exultante. No fue una victoria cualquiera.

Fue un triunfo que rompió las estadísticas que reflejan la dictadura de dos tenistas, Federer y Nadal. Un partido que provocó un cataclismo. Y el primer paso hacia un cambio de escenario: desde ayer, el tenis ha dejado de ser cosa de dos.

Federer, durante la conferencia de prensa posterior al partido.REUTERS

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