LLAMADA EN ESPERA

Resquicios

Debe ser cierto que las arquitecturas conceptuales, y no sólo los cimientos de los edificios, necesitan de un tiempo para asentarse, para respirar por sí mismas, independientes de quienes las inventaron. Entonces, e igual que ocurre en las profundidades de los muros, las que se esconden a los ojos, van delineándose sobre esos territorios simbólicos grietas finísimas que tienen mucho de sistema nervioso, de ser vivo y desafiante.

Y se abren resquicios repentinos incluso en los lugares familiares, los recorridos tantas veces, los que creíamos conocer bien. Son tan poderosos y tan azarosos...

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Debe ser cierto que las arquitecturas conceptuales, y no sólo los cimientos de los edificios, necesitan de un tiempo para asentarse, para respirar por sí mismas, independientes de quienes las inventaron. Entonces, e igual que ocurre en las profundidades de los muros, las que se esconden a los ojos, van delineándose sobre esos territorios simbólicos grietas finísimas que tienen mucho de sistema nervioso, de ser vivo y desafiante.

Y se abren resquicios repentinos incluso en los lugares familiares, los recorridos tantas veces, los que creíamos conocer bien. Son tan poderosos y tan azarosos los resquicios que nos sacan de nuestras costumbres y nuestro letargo. Nos zarandean en medio de la cotidianidad: allí sí que no habíamos estado antes.

Es como el cuarto con el cual nos tropezamos un amanecer denso en la Ciudad de México, saturados de noche, al buscar la salida entre los vericuetos de la casa ajena. La cocina, la sala, una puerta cerrada, el cielo abierto. Frente a los ojos turbios aún de tinieblas y tequila, la grieta en la pared desvelaba una porción inusitada y desigual de azul intenso. No era la salida, pero se le parecía bastante. Era una metáfora de la salida: estudio para nubes de Turner que se fundía con el ajetreo de las calles céntricas de la metrópoli.

De poco servirían las explicaciones posteriores sobre aquella pared lesionada que muchos conocían, que recordaban excedente del terremoto superlativo, el que había inundado la catedral de andamios para sostener la estructura complejísima. Como un ritual del Zócalo mexicano, la grieta donde se desvelaba el cielo tenía más de cuadro que de accidente sísmico: herida de una pasión sobrecogedora, esas que se manifiestan sin demasiadas alharacas, las más peligrosas. Quien haya visto ese cielo recortado entre dos muros no lo olvidará nunca porque tiene algo de los azules de Piero della Francesca, custodiados entre estructuras soberbias, invención de un ojo que corre sin aliento tras las líneas de la perspectiva; cielos azules atravesados apenas por rayas blancas, nubes que aspiran a ordenar el infinito.

Y se aparece ese cielo, sin previo aviso, en el nuevo Prado. Aparece en el claustro de Moneo durante el paseo de rutina, cuando creíamos conocer el espacio. Debe ser la arquitectura simbólica que va proyectando sus caminos. Porque se ha asentado, ya tiene vida propia.

Desde una esquina, no lejos del acceso, la mirada traza una línea imaginaria, oblicua, que conduce hacia una porción de cielo enmarcado por rasgos arquitectónicos, igual que una obra de Piero: nubes blancas estrían el fragmento azul. Desde luego se trata de una impresión que convierte el bello claustro renovado en una obra del maestro florentino cuattrocentista, la pieza que falta en una colección que tiene todo, salvo "un Piero". El visitante se detiene enmudecido por la emoción, ensimismado en medio de un espacio que envuelve y permite participar del prodigio: habitar ese Piero que falta.

Es algo fugaz, casi un presagio; lo que está a punto de ocurrir y ocurre sólo en el ámbito de las impresiones. Mientras lo miramos se ha ido, escapa la sensación como escapan las nubes por el cielo. Pero no dejen de buscarla, no dejen de esperar que llegue en su paseo por el claustro, ahora que la intriga de la novedad ha dado paso a las familiaridades. No dejen de esperar que en el resquicio del claustro de Moneo se aparezca esa obra de Piero della Francesca, porque es una de las más sobrecogedoras entre la colección portentosa del Prado. -

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