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Una herencia inevitable
Romano Ricci nació en un entorno privilegiado que ha sabido aprovechar bien. Como su apellido indica, pertenece a la gran saga francesa que inauguró la mítica Nina Ricci, en 1932, cuando abrió su salón en París. Lo que ahí se hacía era alta costura. Como ella era la artista, dejó en manos de un hijo, Robert, la gestión de la empresa.