Análisis:

Otra Universidad es posible

Los rectores, como cualquier gobernante, siempre se han encontrado más a gusto con un cuerpo electoral pequeño, de electores identificados y con intereses específicos, muchas veces personales, que se puedan satisfacer con pequeños favores a cambio del voto. Ese es el caso de los claustros donde no hay orientaciones ni disciplinas políticas sino intereses profesionales y donde los claustrales suelen ser decanos, directores de departamento, miembros de los comités de empresa, representantes sindicales, delegados de alumnos, etc. En este tipo de cuerpo electoral la tendencia es que sea elegido el...

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Los rectores, como cualquier gobernante, siempre se han encontrado más a gusto con un cuerpo electoral pequeño, de electores identificados y con intereses específicos, muchas veces personales, que se puedan satisfacer con pequeños favores a cambio del voto. Ese es el caso de los claustros donde no hay orientaciones ni disciplinas políticas sino intereses profesionales y donde los claustrales suelen ser decanos, directores de departamento, miembros de los comités de empresa, representantes sindicales, delegados de alumnos, etc. En este tipo de cuerpo electoral la tendencia es que sea elegido el candidato que se mueva mejor en el cabildeo. Por el contrario con el sufragio universal la elección depende de un sinfín de votantes con los que no se puede mercadear y a los que hay que convencer con propuestas y proyectos. Es por eso por lo que el sufragio universal tiene tanto apoyo, ya que implica un plus democrático porque votan todos y se elimina o reduce el mercadeo de votos.

Precisamente este gran apoyo al sufragio universal es el que hace poco comprensible la actuación del Rector de la Universidad de Sevilla, que siempre se ha caracterizado por su meticulosidad a la hora de tomar el pulso al sentir de la comunidad universitaria. Ahora bien, también es cierto que la Universidad y sus circunstancias han variado sensiblemente y ello ha dado lugar a una obsolescencia evidente de su gestión. Así, en la inauguración del curso me sorprendió que la parte más relevante de su discurso fueran las obras, algo que allá por los 90, con los alumnos del baby boom, era muy importante pero que hoy es secundario. Hoy lo importante son los medios de los grupos de investigación, la colaboración docente e investigadora, el bilingüismo, la aplicación masiva de nuevas tecnologías, etc.

Lo importante es el capital humano y no el capital físico, por eso es muy necesario un sistema de gestión muy participativo y por eso eliminar el sufragio universal es un error estratégico. Es más, lo que hace falta es una reforma distinta que impida cosas como que el poder elimine las listas de correo y los foros de debate, que un punto del orden del día del claustro no se pueda debatir, o que un rector ejerza tres mandatos en una Universidad en cuyos estatutos siempre ha figurado la limitación a dos mandatos.

Probablemente la explicación más plausible al resbalón de Florencio y su equipo más cercano es que nos encontremos ante uno de esos errores propios de fin de ciclo, producido por el alejamiento de la realidad acumulado por tan larga estancia en el poder. Por eso hay que recordar a los claustrales que lo del atado y bien atado no suele funcionar y que lo deseable para la Universidad de Sevilla y su futuro es que se afronte la reforma con un nuevo talante, encaminado no a reducir sino a extender la participación y el compromiso del capital humano con su universidad, ya que es eso lo que hará posible una universidad del siglo XXI.

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