Cartas al director

Los santos inocentes

Escribo desde Nájera, a pocos kilómetros de Logroño, quizás un poco al norte para el gusto de Delibes y, sin embargo, basta con darse una vuelta por los viñedos o, mejor aún, basta con sumarse a los braceros un par de jornadas para comprobar que Los santos inocentes no ha perdido ni un ápice de actualidad. Aquí se regresa a la prehistoria de los derechos del trabajador; se vendimia de lunes a domingo por siete euros la hora, si tienes suerte, y la uva se recoge al galope porque, de otro modo, te mandan a tomar viento fresco, pues siempre habrá por ahí un rumano o un marroquí dispuesto a...

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Escribo desde Nájera, a pocos kilómetros de Logroño, quizás un poco al norte para el gusto de Delibes y, sin embargo, basta con darse una vuelta por los viñedos o, mejor aún, basta con sumarse a los braceros un par de jornadas para comprobar que Los santos inocentes no ha perdido ni un ápice de actualidad. Aquí se regresa a la prehistoria de los derechos del trabajador; se vendimia de lunes a domingo por siete euros la hora, si tienes suerte, y la uva se recoge al galope porque, de otro modo, te mandan a tomar viento fresco, pues siempre habrá por ahí un rumano o un marroquí dispuesto a sudar sangre. Y todavía habrá quien, al leer esto, opine que la culpa de todo la tienen los inmigrantes, esa mano de obra barata que se brinda a ser explotada por la sencilla razón de que nadie quiere pasar hambre. Pero no, la culpa no es de ellos. La culpa es de quien paga tan miserablemente y de que en pleno siglo XXI existan leyes que permitan que la obra de Delibes siga estando tan vigente.

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