Análisis:A LA PARRILLA

El lujo de la vivienda

Línea 900 (La 2). El reportaje se llama A ladrillazos. Es fácil imaginar de qué va, pero sorprende lo devastador que es el afán de lucro. Los reporteros dejan explicarse a los vecinos de Parcent, donde se quiere levantar una urbanización de 1.800 viviendas en un pueblo de mil almas. A algunos les cambiaron misteriosamente la titularidad de su propiedad en el catastro. Otros simplemente no quieren perder la tierra que fue de sus padres y de los padres de sus padres y de la que no encuentran escritura. En Castellón, un plan urbanístico para 6.000 viviendas, 3.000 de precio público,...

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Línea 900 (La 2). El reportaje se llama A ladrillazos. Es fácil imaginar de qué va, pero sorprende lo devastador que es el afán de lucro. Los reporteros dejan explicarse a los vecinos de Parcent, donde se quiere levantar una urbanización de 1.800 viviendas en un pueblo de mil almas. A algunos les cambiaron misteriosamente la titularidad de su propiedad en el catastro. Otros simplemente no quieren perder la tierra que fue de sus padres y de los padres de sus padres y de la que no encuentran escritura. En Castellón, un plan urbanístico para 6.000 viviendas, 3.000 de precio público, va a expulsar a 40 vecinos, muy pocos para montar un gran follón. "No quiero tener que hipotecarme para vivir peor donde ya vivo", dice una de estas vecinas que sospecha que la parte de interés público que tiene el proyecto permitirá comprar a precio de expropiación y vender 3.000 viviendas a precio de mercado. Eurodiputados de la UE visitaron la zona este año, sorprendidos por el volumen de quejas recibidas. Para el concejal que aparece en el programa se trata de una inquisición política ("¿Por qué Valencia y no Andalucía?", dice). Las autoridades municipales de ambos lugares no ven nada extraño en nada. Y así de impasibles lo cuentan en ese buen Línea 900.

En la misma tarde del domingo, en Cosmopolitan (Digital +) emitían un programa, Diseño top, un concurso entre interioristas norteamericanos. De la vivienda como sujeto de la especulación a espacio mental donde amueblar una manera de vivir. El concurso, enlatado, es divertido. Los interioristas han de trabajar para un cliente desconocido del que sólo les presentan cinco objetos para que puedan imaginar sus inclinaciones (estéticas). Les dan 50.000 dólares y han de montar la pieza. Es curioso lo horteras que pueden ser algunos y la lejanía de gustos. Claro que sobre gustos no hay nada escrito... o quizás demasiado. La distancia entre cómo teorizan sus intenciones y el resultado, lo que pintan y plantan en la habitación, es deslumbrante y muestra la escenografía del oficio.

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