EL LIBRO DE LA SEMANA

Respetar los títulos

J. M. COETZEE no tiene suerte con las traducciones españolas de sus títulos. Por segunda vez, los editores se han tomado licencias abusivas. Primero fue el título de su extraordinaria novela Disgrace, convertido en el ibérico literalismo Desgracia cuando en realidad quiere decir "deshonra", "vergüenza" o "escándalo". Aquel gazapo era especialmente torpe porque pre y malinterpretaba el atolladero en que se sumen los personajes de la novela -un profesor de literatura expulsado de su universidad por acoso sexual de una estudiante; y su hija, que se niega a denunciar a los tres afric...

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J. M. COETZEE no tiene suerte con las traducciones españolas de sus títulos. Por segunda vez, los editores se han tomado licencias abusivas. Primero fue el título de su extraordinaria novela Disgrace, convertido en el ibérico literalismo Desgracia cuando en realidad quiere decir "deshonra", "vergüenza" o "escándalo". Aquel gazapo era especialmente torpe porque pre y malinterpretaba el atolladero en que se sumen los personajes de la novela -un profesor de literatura expulsado de su universidad por acoso sexual de una estudiante; y su hija, que se niega a denunciar a los tres africanos que la han violado- como una especie de gafe. Aquí, en cambio, la mercadotecnia editorial (la típica pedagogía de los comerciales que, en su afán de comunicarse sin ambigüedades con los libreros, tratan a los lectores como borregos) vuelve a interpretar al revés tanto el título como el contenido de los ensayos reunidos en el volumen. El original en inglés se titula: Giving Offense: Essays on Censorship. "To give offense" es ofender con fundamento, adrede; o, en forma pasiva, ofender a conciencia, cometer un acto legítimo que no obstante se convierte en una acción equivocada o repudiable por otros porque induce a alguien a actuar contra su integridad moral. Ni siquiera es "ofenderse" o "sentirse ofendido", "escandalizado por", sino algo mucho más sutil. El título es importante porque da una clave fundamental para entender la mirada de Coetzee, que emprende una investigación sobre el lado oscuro de la conducta humana, eso que -por cierto- suele pasar desapercibido a nuestros filosofantes éticos. Por lo demás, los ensayos reunidos son sobre, no "contra", la censura. Una obviedad, por otra parte: ¿cabe imaginar que un premio Nobel escriba a favor de la censura?

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