LA CERBATINA

Silencios ensordecedores

Con Zaplana y Acebes sucede lo que con el motor de la nevera, que no te das cuentas del ruido que hace hasta que se calla. Los aficionados a leer el periódico en la cocina saben de qué hablo y saben también que durante los primeros instantes de silencio se queda uno sordo, como si lo hubieran introducido en una campana de cristal. Pasados esos instantes de estupor comprendes que la vida debería ser siempre así, porque el motor de la nevera crea, sin que uno lo advierta, una atmósfera hostil, incómoda, de modo que incluso las buenas noticias de la prensa se reciben con un grado de cabreo que, l...

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Con Zaplana y Acebes sucede lo que con el motor de la nevera, que no te das cuentas del ruido que hace hasta que se calla. Los aficionados a leer el periódico en la cocina saben de qué hablo y saben también que durante los primeros instantes de silencio se queda uno sordo, como si lo hubieran introducido en una campana de cristal. Pasados esos instantes de estupor comprendes que la vida debería ser siempre así, porque el motor de la nevera crea, sin que uno lo advierta, una atmósfera hostil, incómoda, de modo que incluso las buenas noticias de la prensa se reciben con un grado de cabreo que, lógicamente, no se merecen.

Pero lo cierto es que si falta el ruido, falta algo, aunque uno no sepa qué. Quizá usted, al ver el telediario, notaba un vacío que sin embargo no era capaz de identificar, como nos sucede frente a una película sin música. Pues bien, estamos en disposición de asegurar que lo que faltaba era la melodía de fondo, es decir, las voces rencorosas de Zaplana y Acebes, que no han dicho nada cruel sobre los incendios, ni nada atroz sobre el descenso de la esperanza de vida, ni nada sanguinario sobre los atascos de primeros de agosto, ni nada patriótico sobre los batiscafos rusos... ¿Por órdenes de Rajoy o por problemas en el termostato? No tenemos ni idea.

PARTICIPE. Puede escribir a Juan José Millás en cerbatanamillas@elpais.es

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