Reportaje:Fiestas de La Blanca

Falló El Vitoriano

La primera corrida de feria no pudo contar con el atractivo de un alavés tomando la alternativa

Aunque el año pasado ya recibió un apresurado y precario bautismo, el verdadero estreno de la plaza de toros de Vitoria como tal llegó ayer con la Feria de La Blanca 2007. El coso diseñado por el arquitecto Diego Garteiz se presentaba resplandeciente, íntegro y, en cierta manera, huérfano, junto al solar de lo que había sido la plaza de toros de Vitoria de toda la vida (VTV). Un aislamiento urbanístico que ejercía de metáfora de que VTV es una marca en franca decadencia, por no decir en vías de extinción: basta señalar que en el primer día de feria, el día grande de las fiestas, ...

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Aunque el año pasado ya recibió un apresurado y precario bautismo, el verdadero estreno de la plaza de toros de Vitoria como tal llegó ayer con la Feria de La Blanca 2007. El coso diseñado por el arquitecto Diego Garteiz se presentaba resplandeciente, íntegro y, en cierta manera, huérfano, junto al solar de lo que había sido la plaza de toros de Vitoria de toda la vida (VTV). Un aislamiento urbanístico que ejercía de metáfora de que VTV es una marca en franca decadencia, por no decir en vías de extinción: basta señalar que en el primer día de feria, el día grande de las fiestas, el público cubría poco más de la mitad del aforo, y la mayor parte de las cuadrillas de blusas animaban en el exterior del recinto.

Sí, es cierto, Vitoria no es Pamplona, y, por muy flamante que se presente la plaza, la afición prefiere los partidos de pelota en el Ogeta. Y luego están los contratiempos: un bochorno insoportable, que no aliviaba el abrir y cerrar de la cubierta de la plaza; los toros se caían, los toreros no estaban a la altura y, para colmo, El Vitoriano no tomó la alternativa. Y es que el principal atractivo de la corrida de ayer era la figura de José Miguel Berbetoros, El Vitoriano, prometedor novillero, según los cronistas locales, que permitía volver a contar con un vasco en la primera división taurina.

La cubierta

Al parecer, ciertos problemas con su currículum (no ha lidiado el número de novilladas mínimo para ascender en el escalafón) obligaron a suspender su participación en la feria. Fue sustituido por el jerezano Miguel Ángel Perera, quien hizo el paseíllo con el francés Juan Bautista Jalavert y el madrileño Matías Tejela. Los toros, de Cartelilla, procedían del encaste de Marqués de Domecq.

Y aquí se cierra la crónica taurina, porque el evento tuvo escaso interés, a pesar de la oreja para Juan Bautista y por mucho que algunos blusas quisieran animar el ambiente hasta el punto de que uno de ellos tuvo que recibir asistencia médica. Y eso que era el primer día de fiesta oficial (las cuadrillas de blusas salen con el Rosario de la Aurora, en la mañana del día 5).

La cubierta de la plaza se abría y cerraba en función de la lluvia que no llegaba; se convirtió en el mayor atractivo para el respetable. El personal se refrescaba con abanicos, botas de vino y cachis de cerveza, a la espera de que el evento llegara al final y se pudiera volver al centro festivo, a intentar recuperar ese espíritu VTV, cuando se busca que la ciudad deje de tener sus 240.000 habitantes y regrese a los 50.000 de mediados del siglo XX. Ese momento imposible, en el que unos y otros se saludan en el cruce de Dato y San Prudencio y se echa de menos aquella plaza de toros de antes, la del siglo XIX, la que vivió las mejores faenas que se recuerdan.

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