El fuego ataca las islas Canarias

"Por qué se ha hecho todo mal?"

La indignación campa a sus anchas por el polideportivo de Puerto de Mogán, dónde más de 500 vecinos pasaron ayer el día a la espera de noticias. La ira de la gente, al contrario que el fuego, va en una única dirección: el Cabildo de Gran Canaria. "Si no tenían los medios suficientes, debían haber pedido ayuda mucho antes; es indignante que hayan dejado que se queme el casco urbano de un pueblo", es uno de los comentarios más repetidos. En un momento dado una mujer mayor levanta la voz y manda callar a todo el mundo: "Que quede bien claro, antiguamente la gente del pueblo sin helicópteros y sin...

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La indignación campa a sus anchas por el polideportivo de Puerto de Mogán, dónde más de 500 vecinos pasaron ayer el día a la espera de noticias. La ira de la gente, al contrario que el fuego, va en una única dirección: el Cabildo de Gran Canaria. "Si no tenían los medios suficientes, debían haber pedido ayuda mucho antes; es indignante que hayan dejado que se queme el casco urbano de un pueblo", es uno de los comentarios más repetidos. En un momento dado una mujer mayor levanta la voz y manda callar a todo el mundo: "Que quede bien claro, antiguamente la gente del pueblo sin helicópteros y sin nada, apagaba el fuego; ¿por qué se han hecho todas las cosas mal?", se pregunta.

"Llevamos desde el viernes viendo cómo se quemaba el monte", asegura Pepa, ama de casa. A las 10.30 de la noche, ya sólo quedan en el pabellón unas 30 personas. Los trabajadores de los servicios sociales y la Cruz Roja, poco a poco, van realojando a los evacuados en apartamentos y hoteles. "La reacción de los vecinos y del Ayuntamiento sí que ha sido espléndida; yo cuando veo que ocurre lo mismo en la Península y la gente tiene que dormir en el suelo se me cae el alma", relata Elena, una chica de 34 años que aguanta en brazos a su hijo. "Nosotros vamos a tener un colchón en el que dormir, cena y desayuno; para alguien con críos, es un alivio".

Las familias se miran unas a otras con resignación. Todos se conocen. Los más optimistas se emplazan a tomar algo hoy en algún bar del pueblo. Y al cabo de un segundo, matizan: "Si sigue en pie, claro".

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