DESDE MI SILLÓN | TOUR 2007

Hechos y teorías

La teoría decía que ayer era una etapa de transición. Marsella-Montpellier, un arco abarcando siempre al Mediterráneo. Una etapa sin historia, en la que se preveía una fuga animadora -y calor, por supuesto-, que difícilmente sería buena, y que culminaría con un sprint en el que previsiblemente Boonen sería el hombre a batir.

Y claro, la teoría puede decir lo que quiera, pero ayer llegaba el Tour a Montpellier, cuna de Augusto Comte, positivista y considerado padre de la sociología. Y él, hace ya más de un siglo, ya nos decía que no hay más conocimiento que el empírico, el que nac...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La teoría decía que ayer era una etapa de transición. Marsella-Montpellier, un arco abarcando siempre al Mediterráneo. Una etapa sin historia, en la que se preveía una fuga animadora -y calor, por supuesto-, que difícilmente sería buena, y que culminaría con un sprint en el que previsiblemente Boonen sería el hombre a batir.

Y claro, la teoría puede decir lo que quiera, pero ayer llegaba el Tour a Montpellier, cuna de Augusto Comte, positivista y considerado padre de la sociología. Y él, hace ya más de un siglo, ya nos decía que no hay más conocimiento que el empírico, el que nace de los hechos y se basa en lo real.

Pues lo real ayer, los hechos, contradijeron a esa teoría. Sí, hubo sprint, pero ni ganó Boonen ni fue el hombre a batir, pues quedó eliminado en la gincana de los últimos kilómetros. Hubo fuga, y parecía que podía ser buena, pero no llegaron a ningún sitio. Y no porque la teoría así lo dijese, sino porque apareció un invitado inesperado: el viento. Un viento que hizo que un equipo, el Astana de la momia Vinokourov, que Dios sabe por qué motivación (¿quizá la rabia?) fue el encargado de dinamitar y hacer saltar por los aires esa teoría mañanera. Hoy no será un día tranquilo, pensó el rubio kazajo mientras mandaba abrir gas a sus compañeros.

Y hubo un gran perjudicado, por partida doble además, y no fue otro que Moreau, el resucitado ídolo del ciclismo francés. Perjudicado primero por una caída. Y luego por la fractura que provocó en el pelotón el movimiento de los kazajos. Le pilló el abanico por la parte trasera (quizá como consecuencia de la caída, que los males nunca van solos), y vio con desesperación como sus esperanzas de ganar el Tour quedaban en nada. Cierto es que ni él ni su equipo arrojaron la toalla, pero igual de cierto es que de poco les sirvió.

Y finalmente hubo un ganador real, que curiosamente también podía haberlo sido de haberse cumplido la teoría, ya saben, la del día tranquilo y sprint final. No se cumplió y a pesar de ello él ganó. Y hubo uno que se alegró -bueno... supongo que alguno más- por la victoria de un amigo. Porque Hunter había prometido a sus amigos que iba al Tour para ganar, que se sentía capaz, que no le tenía miedo a nadie. Y así lo hizo, tal y como me lo prometió, y yo aún le estoy felicitando.

Archivado En