Crítica:

El teatro de la familia

Mira Bernabéu (Aspe, Alicante, 1969) es uno de los pocos artistas jóvenes españoles obstinados y a la vez recurrentes. Mientras la mayoría de sus coetáneos, pensando como Boris Groys que la única realidad es la novedad, hacen sólo obras de ocasión, él se empeña en proyectos duraderos. Proyectos muy pensados y siempre intempestivos. Y no es que él desdeñe las nuevas tecnologías ni las cuestiones teóricas que emergen en el campo de las artes como resultado de las investigaciones de artistas y filósofos. No. La diferencia no radica allí sino en que Bernabéu asume tanto las técnicas como los probl...

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Mira Bernabéu (Aspe, Alicante, 1969) es uno de los pocos artistas jóvenes españoles obstinados y a la vez recurrentes. Mientras la mayoría de sus coetáneos, pensando como Boris Groys que la única realidad es la novedad, hacen sólo obras de ocasión, él se empeña en proyectos duraderos. Proyectos muy pensados y siempre intempestivos. Y no es que él desdeñe las nuevas tecnologías ni las cuestiones teóricas que emergen en el campo de las artes como resultado de las investigaciones de artistas y filósofos. No. La diferencia no radica allí sino en que Bernabéu asume tanto las técnicas como los problemas más generales desde su situación efectiva en el mundo. Lo hace, además, con la intención de aclararla. Esta actitud queda evidente en Panorama doméstico, el retrato de familia que ahora llega hasta Madrid desde Valencia, que bien puede conectarse con el propósito de los comisarios de la exposición sobre arte y teatro -abierta ahora en el Macba- de contraponer a los modelos puramente contemplativos del arte una teatralidad entendida como intercambio fecundo entre la escena y el público.

MIRA BERNABÉU

'Panorama doméstico'

Galería Fernando Pradilla

Claudio Coello, 20. Madrid

Hasta el 23 de junio

En el caso de Bernabéu este compromiso no puede ser más intenso porque pone en escena a su propia familia, que ha consentido, aunque con reticencias, escenificar los análisis e interpretaciones que él ha hecho de la misma. La primera vez fue hace 10 años, cuando los fotografió reunidos en grupo en el escenario de un antiguo teatro de Alicante, reconvertido en sala de cine y que durante generaciones perteneció a la familia. En primer lugar, vestidos de calle y luego, en ropa interior teñida de rojo, como ensangrentada. El contraste entre las dos imágenes resultaba perturbador. La lectura del artista era psicoanalítica y antropológica: quería mostrar la agresión y la violencia implícitas en la formalidad de las relaciones familiares. La segunda vez, ocurrida hace poco, la intención ha sido sociopolítica. Y el resultado es tanto una secuencia excepcional de fotos de grupo como una representación de las diversas actitudes que mantienen los miembros de su familia ante las clases sociales, los conflictos políticos y las polémicas religiosas que tensionan a España. Admirable.

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