La retaguardia | Elecciones 27M

Tramposillos

Lo dicen los neurólogos: por mucho que vivamos en el momento estrella de la identidad, lo seres humanos nos repetimos hasta el aburrimiento. Aunque, como observaba Proust, lo que realmente nos atrae de las personas es el encanto individual, hay estereotipos que atraviesan fronteras. Uno de los estereotipos que sobreviven generaciones es el del estudiante tramposillo. Por estas fechas de mayo, como si el comienzo del calor actuara poderosamente sobre mi cerebro, siempre tengo alguna pesadilla estudiantil, de nuevo me veo en el pupitre, pero ya no soy niña, sino mujer madura, y tengo que respond...

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Lo dicen los neurólogos: por mucho que vivamos en el momento estrella de la identidad, lo seres humanos nos repetimos hasta el aburrimiento. Aunque, como observaba Proust, lo que realmente nos atrae de las personas es el encanto individual, hay estereotipos que atraviesan fronteras. Uno de los estereotipos que sobreviven generaciones es el del estudiante tramposillo. Por estas fechas de mayo, como si el comienzo del calor actuara poderosamente sobre mi cerebro, siempre tengo alguna pesadilla estudiantil, de nuevo me veo en el pupitre, pero ya no soy niña, sino mujer madura, y tengo que responder a un temario del que no recuerdo nada.

En estos días, cuando los pasillos del Instituto se llenaban de estudiantes consumidos por los finales, recuerdo haber presumido de mis trucos de estudiante tramposilla: consistía en responder a cualquier tema que te preguntaran con el tema que tú te sabías. ¿Tú te crees, decía yo con esa sabiduría que sólo despliegan los tontos, que los profesores se pueden leer todos los exámenes? Para nada, ellos leen las primeras líneas y las últimas, lo que hay que hacer es empezar por lo que te han preguntado y luego colocarles el rollo de lo que te sabes? Todos los estudiantes tramposillos tienen admiradores, yo tuve los míos, qué diantres, a los que conduje al callejón del fracaso, porque salvo felices excepciones en las que di con el profesor perezoso idóneo para la consecución de mi plan, mis exámenes tramposos no me valieron más que números por debajo del mítico cinco.

Estos entrañables recuerdos que siempre regresan por mayo vienen al caso en este mayo electoral por algunas cartas que llevo recibiendo de los lectores según empezó la campaña y que me han ayudado a observar algo que, centrados como estamos siempre en los temas recurrentes de la política, tal vez no hubiera advertido. Se quejan los lectores de estar viviendo un ensayo de las elecciones generales. Y ahí es donde yo pienso que los dirigentes de los partidos no han madurado y no han conseguido desembarazarse de aquel estudiante tramposillo que fueron. El dirigente tramposillo se presenta al examen mitinero. El tema del examen de ese día puede ser Baleares o La Rioja. El dirigente tramposillo comenzará halagando a los paisanos con unas cuantas notas de colorido local para luego pasar a los temas que piensa que pueden llevarle a la victoria final.

Pero no todos los votantes son tontos. Son muchos, la mayoría, que se manifestaron contra la guerra de Irak, son muchos, la mayoría, que siguen a diario y solidariamente la cuestión vasca, pero son muchos también, como Almudena de Madrid, que consideran una falta de respeto que los temas que inundan la política nacional son los que estén ahogando el debate local: ¿tenemos derecho a que se hable de sanidad, de ideas de ciudad, de especulación, de servicios, de vivienda? Yo apunto si la trampa no conducirá al suspenso, que en el caso que nos ocupa se llama abstención.

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