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¡Que le corten la cabeza!

Digamos la verdad, aunque dolorosa sea: nos encanta que los ajusticiamientos se celebren en plazas públicas. Es una pena que desaparecieran del panorama europeo a principios del siglo XX. Una de esas estúpidas corrientes civilizadoras acabó extendiéndose y a los reos se les empezó a ejecutar en privado. Al parecer la prohibición vino porque la cosa degeneraba en verbena. No digamos cuando se trataba de un ahorcamiento y el reo tardaba rato en morirse. Ese rato era de traca.

Yo no puedo decir que lo haya vivido en mis carnes, pero me pongo en situación viendo de vez en cuando en ...

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Digamos la verdad, aunque dolorosa sea: nos encanta que los ajusticiamientos se celebren en plazas públicas. Es una pena que desaparecieran del panorama europeo a principios del siglo XX. Una de esas estúpidas corrientes civilizadoras acabó extendiéndose y a los reos se les empezó a ejecutar en privado. Al parecer la prohibición vino porque la cosa degeneraba en verbena. No digamos cuando se trataba de un ahorcamiento y el reo tardaba rato en morirse. Ese rato era de traca.

Yo no puedo decir que lo haya vivido en mis carnes, pero me pongo en situación viendo de vez en cuando en Youtube lo de Sadam Hussein. El humilde consuelo que nos queda es que, si bien ya no tenemos ejecuciones, sí podemos disfrutar, gracias a Dios, con el escarnio público y la desgracia ajena.

Para esas situaciones tan golosas la televisión se ha convertido en nuestra plaza pública. Sin moverte de casa, como la teletienda. Sin moverte de casa puedes ver una y otra vez a la Pantoja entrando al trullo. Se echó en falta, reconozcámoslo, que un detenido grabara un vídeo con el móvil dentro de la comisaría, pero, en fin, conformémonos con lo que tenemos y agradezcamos a los jueces que nos estén sirviendo el espectáculo en bandeja: no es moco de pavo presenciar cómo se detiene a una tonadillera y se le hace pasar la noche en el calabozo. Te arregla el día. Ya lo pasamos en grande con lo de la pobre Lola Flores; pena que no existiera entonces la cobertura periodística de la que hoy disfrutamos.

La buena gente anónima siempre se alegra de que el famoso muerda el polvo. Eso se considera justiciero y progresista. A mí me dio un poco de pena la tonadillera, pero como no quiero ser reaccionaria, me dije, ¡que le den por saco a la Pantoja!

Quiero abrirles mi corazón: yo estaba totalmente de acuerdo con el presidente cuando en el mitin andaluz dijo eso de que a partir de ahora el que la hace la paga. Sea Pantoja o Pantojo. Dijo que a partir de ahora, con lo cual se evitaba el coñazo de pasar revista a los 25 años en los que ha estado gobernando mi señorito Chaves.

Por cierto, que esta semana en el Parlamento andaluz los partidos de la oposición intentaron que se investigara la responsabilidad de la Junta -por acción u omisión- en la cosa marbellí y se desestimó la propuesta. Pero mirémoslo por el célebre lado positivo: lo bonito es que Zapatero ha pasado a estrella del Aquí hay tomate y la Pantoja a las páginas de la sección de nacional. Y lo feliz que está el pueblo soberano de haber vuelto a ver cómo a los famosos les cortan la cabeza.

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Eso me hace acordarme de unas palabras históricas que Marichalar soltó en una cena: "La revolución francesa fue un bluff total, un quítate tú para ponerme yo".

Elvira Lindo buceará en los comentarios de los lectores para su columna. Envíelos a lectores@elpais.es

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