La nueva Prosperidad, ¿una plaza mejor o peor?

Un carnicero atraviesa la plaza de la Prosperidad (Chamartín) con un cabrito despellejado sobre sus hombros. Dos mujeres caminan muy cerca y discuten sobre los condimentos de una receta. Delia, rumana, y Salud, una anciana española, se sientan en un banco. Domingo y Carlos, abuelo y nieto, pasean. Mientras, Freilan y Abraham, dominicanos, se apoyan en la valla del parque infantil. Un poco más lejos, en la Mantequería La Gloria... huele a gloria. Y Antonio, Antonio de la Gloria, le ofrece "jabuguito" a María Luisa, una de sus clientas. En la tienda de al lado, Emiliano de Diego vende licores. Y...

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Un carnicero atraviesa la plaza de la Prosperidad (Chamartín) con un cabrito despellejado sobre sus hombros. Dos mujeres caminan muy cerca y discuten sobre los condimentos de una receta. Delia, rumana, y Salud, una anciana española, se sientan en un banco. Domingo y Carlos, abuelo y nieto, pasean. Mientras, Freilan y Abraham, dominicanos, se apoyan en la valla del parque infantil. Un poco más lejos, en la Mantequería La Gloria... huele a gloria. Y Antonio, Antonio de la Gloria, le ofrece "jabuguito" a María Luisa, una de sus clientas. En la tienda de al lado, Emiliano de Diego vende licores. Y, con mucha mano izquierda y paciencia, despacha a dos de sus clientes más habituales que le dejan a deber cinco céntimos. "Te los traigo luego", promete uno.

La plaza de la Prosperidad, viva como las antiguas plazas de los barrios, ya no es la misma. Desde el pasado 9 de marzo, ha cambiado su fisonomía, por un coste de más de 600.000 euros. El nuevo diseño, muy de este milenio, ha despertado sentimientos contradictorios entre los ciudadanos. La plaza es rectangular. A un lado está la boca del metro de Prosperidad, línea 4. Junto a ella hay un espacio cerrado para los niños, con columpios y ese suelo blandito para no hacerse daño. En la otra mitad hay flores, árboles y bancos. Algunos de éstos tienen un reposabrazos que impide que los indigentes se tumben. Y el suelo, antes de arena, es ahora más duro, de granito.

Esther Alcolea, de la asociación de vecinos Valle-Inclán, es de las que añora el pasado. "Antes era una plaza para estar, no de paso", se queja. Según explica, la antigua plaza estaba distribuida en dos niveles y había más árboles y espacios delimitados. "La han convertido en una acera ancha, donde hay cuatro árboles que no dan la misma sombra. En verano nos vamos a achicharrar", asegura. David Corominas, otro vecino, piensa parecido. "Sobre todo es una oportunidad perdida", lamenta.

A pesar de las quejas, a pie de plaza los ciudadanos parecen satisfechos. "Antes había escaleras y ahora es todo más diáfano", cree Carmen Alonso. Según esta mujer, que lleva "21 años viniendo a la Prosperidad", esto ayuda a los ancianos. "Acogedora, limpia y espaciosa", describía Josefina de las Heras. Domingo Cerecedo, otro habitual en la Prosperidad, alababa convencido las virtudes de la nueva plaza: "Está mucho mejor. Esta zona estaba muerta". Abraham Cuevas, un dominicano que lleva ocho años en el barrio, comparaba la nueva y vieja Prosperidad: "Está mejor cien veces. Hay más espacio, se ve todo de lejos". Emiliano de Diego, el vendedor de licores, está encantado. "Es más segura. Antes había vegetación baja de la que se aprovechaban algunos para hacer lo que no deben", asegura.

Para Paloma Trapero, de la Red del Barrio de Prosperidad, eso no es del todo cierto. "Podía haber gente muy diferente, pero nunca ha habido inseguridad", asegura. Su principal queja y la de los 1.093 vecinos que firmaron un manifiesto en contra de la remodelación es la falta de consulta a los vecinos. Fermín Oslé, director general de vías públicas y equipamientos urbanos, lo niega y sostiene que sí hubo reuniones con los vecinos, propietarios y comerciantes, el verano pasado. Oslé promete "más bancos para cubrir la demanda detectada".

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