Crítica:

En los infiernos del materialismo

La historia de Jean-Claude Romand, el hombre que se inventó una vida falsa y acabó destruyendo lo que más quería, era un perturbador caso de la crónica negra -y el objeto de estudio de un magistral ejercicio de literatura periodística: El adversario, de Emmanuel Carrère-, antes de que el cineasta Laurent Cantet lo transformase en otra cosa. En El empleo del tiempo (2001), la figura de Romand era liberada de su clímax sanguinario (y nada catártico) para inspirar un personaje de ficción (Vincent) que bien podría encarnar el mito trágico de nuestra actual cultura del trabajo y la re...

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La historia de Jean-Claude Romand, el hombre que se inventó una vida falsa y acabó destruyendo lo que más quería, era un perturbador caso de la crónica negra -y el objeto de estudio de un magistral ejercicio de literatura periodística: El adversario, de Emmanuel Carrère-, antes de que el cineasta Laurent Cantet lo transformase en otra cosa. En El empleo del tiempo (2001), la figura de Romand era liberada de su clímax sanguinario (y nada catártico) para inspirar un personaje de ficción (Vincent) que bien podría encarnar el mito trágico de nuestra actual cultura del trabajo y la rentabilidad como fin supremo: Vincent aprendía a subsistir en los intersticios de un universo de trabajos sin significado, trenzando una ficción (con fecha de caducidad) sobre el vacío.

CONCURSANTE

Dirección: Rodrigo Cortés. Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Chete Lera, Miryam Gallego, Luis Zahera. Género: drama. España, 2007. Duración: 90 minutos.

En su (largo) cortometraje 15 días (2001), el cineasta gallego Rodrigo Cortés lograba forjar, en clave de falso documental, otro mito contemporáneo capaz de sintetizar (por negación) el espíritu del momento: su protagonista, Cástor, era un estratega de la provisionalidad, que fundamentaba su supervivencia en el limbo de los periodos de prueba de los objetos de consumo con derecho a devolución. Como rara vez ocurre en nuestra industria, Cortés ha logrado dar el salto del corto al largo sin que su propuesta pierda ni el atrevimiento en las formas, ni la causticidad del fondo: Concursante podría completar con la película de Cantet y el corto del propio Cortés una suerte de secreta trilogía moral sobre los infiernos del materialismo neoliberal.

Cuando, al hablar sobre su película, Cortés afirma que ha querido hacer "un ejercicio puramente estructural que partiera de una suerte de deconstrucción narrativa que desordenara los acontecimientos creando una línea temporal puramente fílmica", lo más razonable sería echarse a correr. Hubiese sido un error. Presidida por una obsesiva voz en off, Concursante es una película de narrativa cocainómana, scorsesiana, avasalladora, conspiranoica y laberíntica que desgrana la historia de terror (capitalista) del ganador del mayor premio otorgado por un concurso televisivo: un nuevo rico (Leonardo Sbaraglia, un tanto exasperado hacia el último tramo de la historia) enfrentado a una cultura del dinero que se fundamenta, literalmente, en una ficción.

Cortés no funda un nuevo lenguaje, pero rompe con ese clasicismo consensuado que convierte nuestro cine joven en algo tan viejo a simple vista. Concursante es una de esas raras películas que estallan (de energía, inteligencia y talento) en la pantalla.

Leonardo Sbaraglia, en un fotograma de la película Concursante.
Martín Circo Martín, joven profesor asociado de Historia de la Economía, acaba de convertirse en el ganador del mayor premio jamás concedido en la Historia de la Televisión, valorado en 500 millones de pesetas.Vídeo: ELPAIS.com
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