Crítica:

Encerrada con un solo juguete

La fase terminal en la que está entrando la industria del cine-espectáculo genera extraños compañeros de cama: Captivity, previsible pieza de horror de cámara con apuntes sobre la cultura de la fama y nuestro cotidiano estado de videovigilancia, supone el matrimonio contra natura entre un viejo zorro de la serie B (Larry Cohen, aquí guionista) y quien hasta hace unos años era auténtico paradigma del director oscarizable (Roland Joffé). Quizá lo más interesante de la cinta sea, precisamente, esa identidad forjada en la confusión, perfecto diagnóstico del estado de la industria: un espaci...

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La fase terminal en la que está entrando la industria del cine-espectáculo genera extraños compañeros de cama: Captivity, previsible pieza de horror de cámara con apuntes sobre la cultura de la fama y nuestro cotidiano estado de videovigilancia, supone el matrimonio contra natura entre un viejo zorro de la serie B (Larry Cohen, aquí guionista) y quien hasta hace unos años era auténtico paradigma del director oscarizable (Roland Joffé). Quizá lo más interesante de la cinta sea, precisamente, esa identidad forjada en la confusión, perfecto diagnóstico del estado de la industria: un espacio líquido en el que ya no rigen las viejas jerarquías, aunque todo esto no sea necesariamente para bien. Como es el caso.

CAPTIVITY

Dirección: Roland Joffé. Intérpretes: Elisha Cuthbert, Daniel Gillies, Pruitt Taylor Vince. Género: psychothriller. EE UU-Rusia, 2007. Duración: 92 minutos.

Hace cinco años, Cohen había entrado en el gran Hollywood por la puerta de un proyecto heterodoxo respaldado por un director sin discurso: su guión para Última llamada (2002), de Joel Schumacher, inauguraba esa exploración de la situación límite en tiempo real que, poco más tarde, nutriría la poética urgente de una serie como 24. Si la posterior Cellular (2004) demostró que, como un buen vendedor de coches usados, Cohen no era incompetente en el arte de las variaciones (sobre una sola idea), Captivity se revela el fin de la buena racha.

El confinamiento de una modelo por parte de un voyeur sádico y el encadenado de sorpresas que irán matizando y redefiniendo esta esquemática situación de base nutren el contenido de este psychothriller que parece haber nacido viejo. O con el factor sorpresa herido de muerte desde el primer tercio de proyección.

Alega Cohen en su defensa que su idea original fue previa a la realización de Saw (2003), de James Wan, que era ya una derivación poco imaginativa de la sí fundacional Seven (1995), de David Fincher, a la que aún no ha hecho sombra ninguna imitación. Captivity sólo tiene un buen susto y es de carácter cinéfilo: descubrir que detrás de Joffé sólo había eso que se llama... un competente artesano.

Una imagen de Captivity.
Jennifer es una celebridad, un icono de moda, y ahora yace inconsciente en una cama de hierro, con sus elevados tacones colgando del colchón, en una habitación sin ventanas.Vídeo: ELPAIS.com
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