Columna

Quijotadas

A los que duermen bajo los puentes, en las calles, o en los muelles del Sena, en Francia les llaman SDF (Sin Domicilio Fijo). Nunca vi semejante hipocresía, lenguaje más políticamente correcto, como decir invidentes por ciegos o mal hablantes por tartamudos. Esta gente es, sencillamente, SD (Sin domicilio). SDF somos los que tenemos dos o tres residencias, una en París, otra en Mallorca y la tercera en Bastavales. Ahora se habla mucho en Francia de los sin domicilio (fijo), aunque existen desde hace décadas. Cuando llegué aquí se conocían por clochards, e igual dormían al calor de las b...

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A los que duermen bajo los puentes, en las calles, o en los muelles del Sena, en Francia les llaman SDF (Sin Domicilio Fijo). Nunca vi semejante hipocresía, lenguaje más políticamente correcto, como decir invidentes por ciegos o mal hablantes por tartamudos. Esta gente es, sencillamente, SD (Sin domicilio). SDF somos los que tenemos dos o tres residencias, una en París, otra en Mallorca y la tercera en Bastavales. Ahora se habla mucho en Francia de los sin domicilio (fijo), aunque existen desde hace décadas. Cuando llegué aquí se conocían por clochards, e igual dormían al calor de las bocas del metro cuando no morían de frío en alguna calle o garaje.

Se han hecho famosos los Hijos de don Quijote, en particular su fundador, Agustin Legrand, muchacho generoso, noblote y un tanto ingenuo. Ya saben ustedes la que armó, poniéndose en huelga del hambre y albergando a los SD(F) en 300 tiendas donadas por Trigano, un avispado fabricante de objetos de camping. En plena campaña electoral, el resultado fue que todos los candidatos ofrecieron diferentes soluciones, y de hecho el Gobierno resolvió algunos casos que salieron ostensiblemente por televisión.

Se fue el bueno de Legrand dos semanas a rodar una película en África del Sur, y cuando volvió encontró la situación peor que como la dejara. Protestaban los comerciantes y las madres de familia. Él decidió desplazar a los SD(F) 100 metros más arriba, donde serían invisibles. En lugar de estar agradecidos, los desdichados se negaron a evacuar sus reales. El Gobierno les ofrece ahora un fuerte militar, lejos de la capital, y no lo aceptan. Dicen que no quieren estar vigilados por caporales.

A mí, esto de los Hijos de don Quijote, me recuerda el pasaje de Juan Haldudo en la famosa novela de Cervantes. Uno de los primeros lances es el del niño Andresillo y un rico labrador (l, IV). Tras ser armado caballero, don Quijote vuelve a sus lares y oye a un muchacho que solloza compungido. Su amo lo estaba azotando porque le perdía las ovejas del ganado: "No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios que no lo haré otra vez".

Viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo: "Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo".

El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado. En cuanto se fue don Quijote, "asiéndole del brazo le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto".

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También Luis Buñuel utilizó una parábola semejante en Viridiana para demostrar la inutilidad de la caridad. Unos arrieros llevan arrastrados a unos perros famélicos. El personaje del film le compra los perros. Momentos después se encuentra con otro arriero que trata del mismo modo a sus animales.

Los Hijos de Don Quijote habrán de comprender que en el sistema neoliberal que se nos impone no hay lugar para los marginados, para los que no aceptan la lucha por el poder, el dinero, dos autos (uno un 4x4) y dos o tres televisiones en casa.

Ya que estamos con don Quijote, pienso que el primer altermundialista fue el Hidalgo de la Mancha: lo que él tomaba por gigantes eran en realidad molinos que pertenecían a los Fugger y la oposición a esta multinacional era masiva entre el pueblo. Hoy los gigantes aparecen como aviones, computadoras, celulares, tanques y misiles, pero continúan siendo gigantes, continúan conspirando para el mismo daño.

Para luchar contra los Fugger de entones hubieran hecho falta cientos de miles de caballeros andantes, y contra los de ahora, todos los países juntos. Ya sabemos cómo terminaron las aventuras del Quijote. El mismo camino llevan las de sus hijos.

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