LA COLUMNA | NACIONAL

En el archipiélago de la excepción

La guerra contra el terrorismo ha multiplicado los Guantánamos que escapan a cualquier control.

LA IDEOLOGÍA del miedo como discurso de acompañamiento de la guerra contra el terrorismo ha llegado a insensibilizar tanto a la ciudadanía en cuanto al respeto de los derechos básicos que todo lo que no sea un flagrante caso de tortura queda para el inventario de las transgresiones sin importancia, pequeños excesos comprensibles ante la amenaza del terror. EL PAÍS ha denunciado que policías españoles interrogaron a personas de diversas nacionalidades detenidas en Guantánamo sin conocimiento d...

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La guerra contra el terrorismo ha multiplicado los Guantánamos que escapan a cualquier control.

LA IDEOLOGÍA del miedo como discurso de acompañamiento de la guerra contra el terrorismo ha llegado a insensibilizar tanto a la ciudadanía en cuanto al respeto de los derechos básicos que todo lo que no sea un flagrante caso de tortura queda para el inventario de las transgresiones sin importancia, pequeños excesos comprensibles ante la amenaza del terror. EL PAÍS ha denunciado que policías españoles interrogaron a personas de diversas nacionalidades detenidas en Guantánamo sin conocimiento de las autoridades judiciales. Estos hechos ocurrieron fundamentalmente siendo Ángel Acebes ministro del Interior, durante el Gobierno de Aznar. El Partido Popular ha reaccionado con el clásico argumento de mal pagador: "Es un intento de desviar la atención sobre la auténtica realidad: un Gobierno agotado, sin proyecto y clamorosamente ineficaz". Y Mariano Rajoy ha recurrido a la frivolidad, como hace a menudo cuando actúa a la defensiva, diciendo que es el actual Gobierno el que debe explicarse.

Por más que el PP intente minimizarlo, por más que algunos medios de comunicación intenten ningunearlo, es un tema de extrema gravedad que salpica también al Gobierno actual. Dejemos aparte la cuestión judicial: la descripción que se está dando de los hechos podría corresponderse con un delito de interrogatorio de detenidos por parte de funcionarios públicos sin atender los derechos fundamentales de los interrogados. Y, por supuesto, todas las actuaciones realizadas por este procedimiento serían nulas si algún día llegaran a formar parte de algún sumario judicial.

Pero antes que la cuestión penal está la dimensión política. El Gobierno de José María Aznar, con su presencia en Guantánamo, legitimó y se hizo cómplice de una de las islas más importantes del vasto archipiélago de excepción que los Estados Unidos han creado en distintas zonas del planeta con la coartada de la lucha antiterrorista. Y la responsabilidad se extiende al Gobierno de Zapatero que, como el de su antecesor, hizo la vista gorda ante la repetida utilización de aeropuertos españoles para trasladar detenidos entre los diversos puntos de este archipiélago. El Gobierno de Aznar estuvo en el centro de las tinieblas, el Gobierno de Zapatero dejó pasar el flujo que suministraba carne humana a aquel limbo judicial.

La democracia, en tanto que artilugio diseñado para evitar el abuso de poder, ha tratado de delimitar y regularizar la excepción, es decir, de acotar la arbitrariedad con normas. Pero el poder político tiende a menudo a saltarse estos límites y crear "espacios vacíos de derecho", en expresión de Agamben, en que el poder actúa sin límites, como si todo fuera posible. La guerra contra el terrorismo ha servido para multiplicar estos espacios que escapan a cualquier control hasta el punto de que se ha llegado a decir que vivimos un momento en que la excepción vuelve a ser la norma. Guantánamo es un símbolo de esta deriva. Y si graves son los hechos, grave es la indiferencia ciudadana y grave es la responsabilidad de los gobiernos democráticos que la han alimentado con su silencio y con sus complicidades. Ejemplo: la patética reunión de Condoleezza Rice con dirigentes europeos cuya única preocupación era que no llegaran a la opinión pública los vuelos clandestinos de la CIA.

Pues bien, ahora sabemos que el Gobierno de Aznar entró en este entramado. Ciertamente, se dirá que es de pura coherencia con su adhesión incondicional a la guerra de Bush contra el mal. Y que siempre que se participa en una cruzada se acaba, por pura lógica, en los territorios del abuso, de la excepción y de la tortura. Lo que podían ser hipótesis ahora esta documentado: funcionarios españoles interrogaron en Guantánamo. Y sabemos también que España fue lugar de paso habitual de las cárceles volantes americanas. Guantánamo y los vuelos de la CIA: la excepción vuela sobre nuestros gobernantes. Como desgraciadamente sabemos por experiencia en este país, cuando un Gobierno cree que todo vale contra el mal, empieza mirando a otra parte cuando las cloacas del Estado se mueven, cae un día en la ocurrencia de entrar en el cuarto oscuro de los espacios de excepción y, a partir de aquí, puede acabar en cualquier parte. Una de estas aventuras acabó en los GAL.

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