ECONOMÍA

Bolsas transatlánticas, 24 horas al día

El bucle Nueva York-Tokio.

LA PÉRDIDA DE FRONTERAS no sólo afecta a las empresas que cotizan en las distintas bolsas de valores del mundo, sino a los propios operadores en donde se contratan las acciones de las mismas. Esos operadores, las bolsas, son a su vez empresas que cotizan, se fusionan y son susceptibles de ofertas públicas de adquisición hostiles o amistosas. No hay singularidades.

El último movimiento ha tenido lugar la semana pasada entre la Bolsa de Nueva York (NYSE) y la de Tokio. Un acuerdo en dos fases: ahora, intercambio tecnológico y desarrollo de productos comun...

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El bucle Nueva York-Tokio.

LA PÉRDIDA DE FRONTERAS no sólo afecta a las empresas que cotizan en las distintas bolsas de valores del mundo, sino a los propios operadores en donde se contratan las acciones de las mismas. Esos operadores, las bolsas, son a su vez empresas que cotizan, se fusionan y son susceptibles de ofertas públicas de adquisición hostiles o amistosas. No hay singularidades.

El objetivo es una bolsa de valores que actúe en todo el mundo, 24 horas al día y 365 días al año. Con operaciones en dólares, euros y yenes. Mientras tanto, Nueva York trata de superar su decadencia financiera

El último movimiento ha tenido lugar la semana pasada entre la Bolsa de Nueva York (NYSE) y la de Tokio. Un acuerdo en dos fases: ahora, intercambio tecnológico y desarrollo de productos comunes; a partir de 2009, cuando la Bolsa de Tokio empiece a cotizar, intercambio de capital. Objetivo: otro paso para crear una bolsa de valores auténticamente global, que opere 24 horas al día, 365 días al año, con operaciones en dólares, yenes y euros. Mientras ello sucede, las bolsas de todo el mundo funcionan en bucle, aprovechando los husos horarios: la jornada se inicia en el lejano Oriente, en las plazas de Tokio, Singapur o Hong Kong como principales centros de contratación; se desplaza posteriormente hacia Oriente Próximo, Bahrein, y continúa en Europa, siendo Londres y Francfort las principales plazas; la costa este de EE UU toma el relevo con Nueva York, siendo en las horas en las que estas últimas plazas están abiertas (media tarde en Londres y comienzo de la jornada en Wall Street) cuando el mercado alcanza el mayor grado de liquidez. La calma vuelve entre el cierre de Nueva York y la apertura de Tokio.

Es muy sugerente la evolución de la Bolsa de Nueva York como ejemplo de empresa que se adecua al medio en el que opera. Hasta hace poco, la NYSE era considerada una sociedad anticuada. Cambió su razón jurídica; se puso a cotizar y expulsó de su seno al anterior presidente, Richard Grasso, acusado de cobrar una indemnización desmedida; compró la plataforma electrónica de Chicago, Archipiélago; hizo una oferta de compra a Euronext, la sociedad que agrupa a las bolsas de París, Bruselas, Amsterdam y Lisboa, y al mercado de futuros de Londres; adquirió el 5% del Mercado Bursátil Nacional de Mumbai, en la India, y ahora llega al acuerdo con Tokio. Sus próximos pasos podrían ser en China o Brasil.

Estos pasos son reactivos a la decadencia de Nueva York como plaza financiera mundial. En el último año, por ejemplo, la mayor parte de las operaciones de fusión y adquisición de empresas se ha desarrollado en plazas alternativas, como la City de Londres. Muchas empresas consideran que cotizar en Nueva York es una pesadilla. El alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, preocupado por ello -los servicios financieros aportan el 10% del PIB de Nueva York y uno de cada nueve puestos de trabajo-, encargó un estudio a la consultora McKinsey. La respuesta es concluyente: las causas de esa pérdida de primacía están en la complejidad de la normativa de EE UU y en la estricta regulación de las compañías cotizadas, que hacen incómodo y mucho más caro a las empresas cotizar en Nueva York. Se echa una buena parte de la culpa de ese desinterés empresarial a la ley Sabarney-Oxley, que regula a las compañías cotizadas. Esa ley se aprobó después de los escándalos más conocidos de la América corporativa -Enron y WorldCom, denominadas "las Torres Gemelas del capitalismo americano"- para evitar los abusos cometidos sobre los inversores y los trabajadores de las empresas cotizadas. Ahora se considera que en muchos de sus capítulos hay una sobrerregulación, motivada por los excesos de otra época.

Ante ese proceso de concentración imparable, la pregunta es qué va a pasar con las bolsas de valores que se queden descolgadas. Nasdaq, el mercado electrónico americano que compite con la NYSE, ha encallado desde hace meses en su intento de absorber la Bolsa de Londres. La Deutsche Börse (Francfort), que trató de comprar Euronext, o la empresa Bolsas y Mercados Españoles -que ya cotiza- observan los movimientos, sabiendo que no tardarán en producirse otros.

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