Columna

Pásalo

El miércoles pasado, a las pocas horas de encontrarse el cuerpo de Carlos Alonso Palate, confirmando de manera tristemente inequívoca lo que todos sabíamos, que ETA había vuelto a matar, recibí en mi móvil uno de esos típicos mensajes en cadena, por supuesto anónimo y de un número para mí desconocido, con el siguiente texto: "Todos con el presidente y por el proceso de paz. En mi nombre, sí. Pásalo". Enardecida consigna que me dejó pasmada, porque, ¿qué significaba todo ese trompeteo? ¿Cómo apoyar el proceso de paz con la bomba y los muertos entre las manos? ¿Qué estaba autorizando en mi nombr...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El miércoles pasado, a las pocas horas de encontrarse el cuerpo de Carlos Alonso Palate, confirmando de manera tristemente inequívoca lo que todos sabíamos, que ETA había vuelto a matar, recibí en mi móvil uno de esos típicos mensajes en cadena, por supuesto anónimo y de un número para mí desconocido, con el siguiente texto: "Todos con el presidente y por el proceso de paz. En mi nombre, sí. Pásalo". Enardecida consigna que me dejó pasmada, porque, ¿qué significaba todo ese trompeteo? ¿Cómo apoyar el proceso de paz con la bomba y los muertos entre las manos? ¿Qué estaba autorizando en mi nombre, exactamente? Era un texto que podría haber mandado Otegi. De hecho, el propio presidente ha dado por terminado el proceso, cosa evidentemente inevitable dadas las circunstancias.

La verdad es que siempre he sentido cierta desconfianza hacia esos chaparrones de mensajes de texto, a las cadenas movilizadoras de los ¡Pásalo! Sí, desde luego, los teléfonos móviles pueden ser muy útiles a la hora de difundir instantáneamente una noticia, pero también propagan bulos. Y además estas campañas de sms a menudo fomentan nuestra peor parte, con sus textos cortos y dogmáticos, con sus lemas mitineros y demagógicos, con sus arengas conminatorias. Son pura visceralidad, y suelen aparecer, qué casualidad, en las ocasiones más graves, justamente cuando deberíamos mantener la cabeza fría y redoblar nuestros esfuerzos reflexivos. Las algaradas callejeras más bochornosas de los últimos años, tanto de las derechas como de las izquierdas de este país, han venido acompañadas y provocadas por estas lluvias de mensajes de móviles.

Que además se amparan en la turbia oscuridad del anonimato. Por eso, porque son anónimos, y por la rara oportunidad de su florecimiento (por ejemplo, a las pocas horas de encontrarse el cadáver de Palate), siempre te queda una inquietante duda sobre el origen del mensaje. ¿Quiénes comienzan todas estas cadenas? ¿Fontaneros de La Moncloa, emboscados de la oposición, manipuladores políticos que quieren hacer creer que son iniciativas ciudadanas autónomas? Mejor pensárselo bien y no pasarlos.

Archivado En