Cartas al director

Funcionalidad frente a belleza

Hace unos días pude leer en el diario EL PAÍS que un compañero de profesión, Javier Manterola, ingeniero de caminos, canales y puertos, cosa que no se decía en la pequeña reseña de la que hago mención, había ingresado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Aunque esta noticia parezca en principio sin trascendencia, desde mi punto de vista y sobre todo desde el punto de vista de mi profesión como ingeniero que soy creo que sí la tiene.

Desde hace mucho tiempo, antes de que yo naciera, pero sin ser yo consciente de ello hasta que comencé a estudiar, se ha escuchado y dicho...

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Hace unos días pude leer en el diario EL PAÍS que un compañero de profesión, Javier Manterola, ingeniero de caminos, canales y puertos, cosa que no se decía en la pequeña reseña de la que hago mención, había ingresado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Aunque esta noticia parezca en principio sin trascendencia, desde mi punto de vista y sobre todo desde el punto de vista de mi profesión como ingeniero que soy creo que sí la tiene.

Desde hace mucho tiempo, antes de que yo naciera, pero sin ser yo consciente de ello hasta que comencé a estudiar, se ha escuchado y dicho mucho en el caduco sempiterno debate sobre que los ingenieros construimos sólo desde el concepto de la funcionalidad y que en contraposición los arquitectos sólo desde el punto de vista estético. Creo que gracias a muchos de los profesionales de ambos sectores este debate va menguando en intensidad y en argumentos para continuar la disputa verbal.

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Uno de ellos, como bien se dice en esa breve noticia, es Javier Manterola, entre cuyas aportaciones yo destacaría el puente de Ventas sobre la tan mencionada M-30 de Madrid.

Por mi parte, y en mi modesta opinión, creo que no tienen por qué ser contrarios los conceptos de funcionalidad y belleza y que tampoco son exclusivos de cada una de las dos profesiones a las que me refiero, aunque aún existen pequeños reductos atrincherados en ambos bandos que piensan que un ingeniero nunca será capaz de entender el arte que un arquitecto lleva en su sangre, y que un arquitecto nunca lo será de la utilidad que un ingeniero da a todo lo que realiza. Pero, bueno, quizá en un futuro no muy lejano estas disquisiciones sean anécdotas graciosas de un pasado siempre peor.

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