Menos bombillas, más estrellas en el cielo
Desde finales de noviembre, en la mayor parte de pueblos y ciudades se repite todos años un fenómeno navideño: la instalación en las calles de gran cantidad de bombillas para recordarnos que va a llegar la Navidad.
Cada año los responsables municipales pretenden una iluminación más espectacular y se muestran orgullosos cuando la inauguran, pero resulta bochornoso el derroche de tiempo, dinero y energía que supone en muchos ayuntamientos: dedicación de concejales y operarios, dinero para compra y reposición de soportes, de bombillas, energía eléctrica, etcétera. Parece que cuantas más bo...
Desde finales de noviembre, en la mayor parte de pueblos y ciudades se repite todos años un fenómeno navideño: la instalación en las calles de gran cantidad de bombillas para recordarnos que va a llegar la Navidad.
Cada año los responsables municipales pretenden una iluminación más espectacular y se muestran orgullosos cuando la inauguran, pero resulta bochornoso el derroche de tiempo, dinero y energía que supone en muchos ayuntamientos: dedicación de concejales y operarios, dinero para compra y reposición de soportes, de bombillas, energía eléctrica, etcétera. Parece que cuantas más bombillas pongan y más espectacular resulte la iluminación de las calles, más se va a sorprender la gente; pero seguramente la saturación de luz nos ciega, no nos deja ver las estrellas.
Hay que recordar que la iluminación causa tantas emisiones de CO2 como el 70% de los coches, furgonetas y motos. Por ello, en lugar de esa luz tonta resultaría más provechoso dedicar gran parte del esfuerzo y dinero que supone a otros fines menos efímeros y más útiles: mejorar la limpieza en las calles, ampliar plazas y aceras, instalar más asientos, cuidar los parques infantiles; y los etcéteras que se quieran poner.
Así, con menos bombillas en las calles podremos ver más estrellas en el cielo.