Crónica:LA CRÓNICA

Música y números

Un aplauso de ocho minutos, con el público puesto en pie, cerraba, la noche del pasado miércoles, la representación de Fidelio, en el Palau de les Arts. Dicen las crónicas que la primera producción del teatro combinó tradición y modernidad, y no dejó a nadie indiferente. Desde la espectacular arquitectura de Calatrava, a las voces de los intérpretes, la dirección de Mehta, o el fervor del público, todo se conjuró el miércoles para ofrecer una velada inolvidable. La ópera regresaba a Valencia por la puerta grande. ¿Podría haber sido de otro modo? La minuciosidad con que se preparó el esp...

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Un aplauso de ocho minutos, con el público puesto en pie, cerraba, la noche del pasado miércoles, la representación de Fidelio, en el Palau de les Arts. Dicen las crónicas que la primera producción del teatro combinó tradición y modernidad, y no dejó a nadie indiferente. Desde la espectacular arquitectura de Calatrava, a las voces de los intérpretes, la dirección de Mehta, o el fervor del público, todo se conjuró el miércoles para ofrecer una velada inolvidable. La ópera regresaba a Valencia por la puerta grande. ¿Podría haber sido de otro modo? La minuciosidad con que se preparó el espectáculo era la mejor garantía de su éxito.

Se ha comentado en algún momento que este regreso de la ópera a Valencia no era tanto una necesidad de los propios valencianos como un empeño del presidente Camps. No conozco lo suficiente la sociedad valenciana para determinar si la afirmación es o no cierta. En cualquier caso, tanto da. Lo importante es el resultado y éste indica que, gracias a su temporada de ópera, Valencia ha ingresado en el selecto club de las grandes capitales europeas. Y si aún no pertenece a él de modo pleno -estas cosas requieren su tiempo, necesitan asentarse- digamos que está camino de ello.

Ahora queda lo más difícil, que es mantener el tono de los sucesivos espectáculos. Y no sólo habrá que mantenerlo esta temporada, sino también la siguiente, y la que vendrá a continuación. La continuidad y la excelencia serán las condiciones que deberán cumplirse para que Valencia acceda, como pretende Francisco Camps, a los selectos circuitos internacionales.

Alcanzar un objetivo semejante requerirá, como es lógico, una buena cantidad de dinero. Ahora, calcular cuánto dinero en concreto será necesario ya es más complicado. En un país normal, con hábitos democráticos consolidados, conocer lo que nos cuesta a los valencianos una temporada de ópera sería una de las cosas más fáciles de averiguar. Bastaría con acudir a los Presupuestos de la Generalidad y localizar en ellos la partida correspondiente. Esa operación tan común en otros lugares tiene en la Comunidad Valenciana dificultades insuperables. De hecho, el proverbial pudor del Gobierno a hablar de asuntos económicos hace que resulte imposible.

Un periodista, sin embargo, ha tenido la curiosidad de calcular el coste de una temporada de ópera en el Palau de les Arts y ha publicado las cifras en el diario La Vanguardia. Allí las leí yo, en su edición del pasado jueves. No aburriré al lector con los números. Unos pocos datos, escogidos, bastarán para hacernos una idea del asunto. Estima el periodista mencionado que el gasto de una temporada de ópera del Palau oscilará entre los 55 y los 62 millones de euros. La Generalitat Valenciana correrá con el 79% de los mismos; el 21% restante se espera que proceda del taquillaje, del alquiler de la sala y del mecenazgo. Si los cálculos realizados son correctos, eso supone que las funciones de ópera del Palau de les Arts serán las más caras de Europa.

La ayuda pública por función, se dice en el reportaje, triplica a la del Liceo de Barcelona y a la del Teatro Real de Madrid. Cuando se calcula la subvención por plaza, las diferencias son aún mayores dado que el Liceo tiene 600 butacas más que el Palau y el Real supera el centenar.

Caro, muy caro, desde luego, pero cuando se quiere lo mejor, tenemos que pagarlo.

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